Lealtad a medias, no es lealtad
Sin Filtros; por Brenda Ramos
Parece que el espíritu de amor y paz llegó a José Ramón Gómez Leal, quien se mantuvo callado, tibio y cobarde mientras su padrino político, Adán Augusto López Hernández, enfrentaba una de sus peores crisis mediáticas frente a Ricardo Monreal. Aunque aparentemente las diferencias entre ambos se han zanjado, lo único que quedó claro es que José Ramón es mudo cuando Adán Augusto le necesite.
¿Dónde quedó la lealtad? Gómez Leal, quien se autoproclamaba el ahijado predilecto de Adán Augusto, mostró que lo suyo no es estar en la línea de fuego, sino mantenerse al margen, quizá esperando que otros hicieran el trabajo de apoyarle. Ni un tuit, ni una declaración, ni un gesto de respaldo hacia quien le dio el impulso político que lo llevó al Senado. Su silencio lo dejó expuesto: no es un hombre en quien confiar en momentos de crisis.
El conflicto entre Adán Augusto y Monreal fue una prueba de fuego. Y José Ramón, quien se suponía debía cerrar filas, prefirió desaparecer, sin embargo, el pleito entre estos dos titanes terminó salpicándolo pues en Tamaulipas, en donde la política no es un juego de niños, quedo claro que es un político que, si no puede defender ni a su padrino político, tampoco podrá defender a los suyos, ni a los ciudadanos que representa y a quienes buscan gobernar, pues si no puede apoyar en las tormentas, no merece liderar nada.
Su silencio, fue el más sonoro mensaje: cuando el barco se tambalea, él salta primero. Así, se desmorona cualquier pretensión de que sea un actor fuerte en la política del estado. Gómez Leal perdió la oportunidad de demostrar liderazgo y se convirtió en sinónimo de oportunismo.
Si alguna vez soñó con gobernar Tamaulipas, ya puede ir olvidándolo. La política no premia a quienes traicionan con el silencio. Adán Augusto, que no es alguien que dé segundas oportunidades fácilmente, seguramente tomó nota. En la política, los errores cuestan caro, y Gómez Leal se lo acaba de recordar a todos.
Querer el poder no basta; hay que demostrar que se merece en los momentos difíciles. En esta ocasión, José Ramón no estuvo a la altura. Calló, se escondió y quedó relegado al rincón de los que observan desde la sombra, esperando beneficiarse de los movimientos de otros.
Con MORENA consolidado en el poder y una larga fila de políticos ávidos de ocupar los puestos clave, la lealtad se mide en las tormentas, no en los días soleados. Gómez Leal, con su estrategia de silencio, desperdició oportunidades que no regresarán. Desbancado como favorito de Adán Augusto, su futuro político está más cerca del olvido que de cualquier candidatura importante.
Tal vez José Ramón debería prepararse para regresar a sus días de panista perdedor (aunque siga En MORENA), donde sólo le faltó competir en una rifa de feria… porque hasta ahí, probablemente también habría perdido.