El show de Almaraz
Por Oscar Díaz Salazar
No todas las personas reaccionan igual frente a la responsabilidad de gobernar. Hay presidentes y gobernadores que disfrutan serlo, mientras que otros lo padecen, lo sufren. Hay también los que con la práctica y el tiempo terminan agarrándole el gusto a eso de gobernar, superando las preocupaciones y angustias de la curva de aprendizaje.
El que se ve cómodo y parece que lo está disfrutando, es el presidente municipal de Rio Bravo, Miguel Ángel Almaraz Maldonado, quien, a juzgar por lo que publica en sus redes sociales, vive actualmente en una especie de luna de miel con su pueblo, disfrutando a plenitud su reciente estatus de casado con los ríobravenses, tras largos años de pretender esa unión.
Almaraz se nota enamorado, locamente enamorado, y por eso lo vemos feliz con su juguete nuevo. Un día lo encontramos -personalmente – tapando baches, al siguiente día lo captan las cámaras regalando huevos y gallinas viejas, posteriormente dando el banderazo a una obra de pavimentación y más adelante presentando equipos nuevos para el mantenimiento urbano.
Durante el desfile por el aniversario de la Revolución Mexicana, el Mario Bros ejidal se sintió Pedro Infante al treparse a la parte más alta de la «pirámide» humana que integraron los agentes de Protección Civil del municipio.
Soy de la idea de que es bueno que disfrutes del trabajo que desempeñas, y que muchas veces ayuda a que se hagan bien las tareas asignadas. Pero en el caso de los gobernantes, se corre el riesgo de que se queden en el goce de las actividades protocolarias, en vivir y disfrutar la parafernalia del poder, sin abonar al bienestar de los gobernados, o peor aún en destinar recursos públicos, – humanos, monetarios, vehículos, etc, – en diversiones que pretenden «vender» como actos para «hacer región» o «restaurar el tejido social», y lo digo pensando en el Geño de Oro y sus cabalgatas, torneos de golf, rodadas en motocicleta, torneos de pesca, cacerías, etc., etc.
El Mario Bros de Santa Apolonia, Almaraz, además de disfrutar la chamba, tiene la obligación de hacerla bien, pues le puede pasar lo mismo que la alcaldesa buchona de un municipio cercano, que «quemó» un trienio publicando selfies y asistiendo a eventos en otros lugares, porque en su municipio no había nada que celebrar o inaugurar.
Almaraz sabe que los ciudadanos de su municipio son exigentes e informados, y que muy pronto dejarán de festejarle sus ocurrencias, si no van aparejadas con obras, servicios, atenciones y programas que los beneficien.