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TEPJF da palo a Maki Ortiz

Por unanimidad se decide que si coaccionaron el voto

Llegó al Senado de manera espuria

Auditorias federales y estatales
serán el fin de Carlos y mamá Maki, solo es cuestión de tiempo…

Sin Filtros; por Brenda Ramos

El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha hablado, y el veredicto por unanimidad es claro: Maki Ortiz coaccionó el voto en plena campaña electoral. Usó la influencia sindical para manipular a trabajadores que, bajo su mandato, quienes fueron convertidos en peones de una ambición personal. Las pruebas fueron irrefutables: un desfile en el Día del Trabajo transformado en un acto proselitista, donde Maki aprovechó su posición para promocionarse y pisotear la libertad de sufragio. Pero, ¿qué se puede esperar de alguien que ha hecho del poder un negocio familiar y de una compradora compulsiva de candidaturas, incapaz de ganarse la confianza ciudadana sin recurrir a trampas?

Pero su historia no termina ahí. Maki, enfundada en su disfraz verde del Partido Verde, no solo ha llegado al Senado de manera espuria, no por el voto ciudadano, sino por un arreglo con el Partido Verde para obtener una plurinominal por San Luis, cuando ni afiliada está a este, sino que lo hace mientras su hijo, Carlos Peña, navega en aguas aún más turbias. Las auditorías federales y estatales sobre su administración como alcalde de Reynosa se siguen engrosando, revelando un enriquecimiento ilícito que huele a peligro y a prisión.

Y aunque intenten esconderlo bajo alfombras, la verdad ya no puede ser ocultada: Carlos Peña está en la cuerda floja, y su caída será estrepitosa. Lo que está por venir no es un rumor; es una certeza. Los cargos penales que lo acechan son la consecuencia directa de su avaricia y de su incapacidad para entender que el poder no es eterno, mucho menos cuando se obtiene a través de la corrupción.

La ironía de todo esto es que Maki y Carlos han hecho de la política un negocio familiar, una máquina de hacer dinero a costa del erario público y de los ciudadanos que una vez confiaron en ellos. Pero ya no hay confianza, y ya no hay más tiempo. La ciudadanía de Tamaulipas los ha castigado donde más duele: con el desprecio público. Los rumores de un proceso de remoción contra Carlos están dejando de ser especulaciones.

¿Y qué sigue para Maki? El desafuero es la próxima parada en su decadente carrera política. Maki, quien hoy se presenta como una defensora de la transformación, no es más que una farsante, una trepadora política que ha saltado de partido en partido, en un desesperado intento por mantenerse en la palestra del poder. Pero su tiempo se acaba. La justicia ya ha comenzado a desmantelar el entramado que tejió con tanto esmero, y ni el tucán verde la salvará de lo que viene.

Lo peor de todo es que Maki y Carlos siguen creyendo que pueden burlar al sistema. Siguen actuando como si el dinero y las influencias fueran suficientes para mantenerlos en pie, pero la realidad es otra: el poder se les escapa de las manos, y lo que les espera es el ocaso. No importa cuánto intenten cubrir las irregularidades, las auditorías los tienen acorralados, y las evidencias son demasiado grandes para ignorarlas. Lo que una vez fue un imperio construido sobre la corrupción, está colapsando ante sus propios ojos.

Tamaulipas ya no tiene lugar para ellos. La política que representa Maki Ortiz y su hijo Carlos Peña es la misma que ha hundido a este estado en el atraso y la corrupción por décadas. Pero ahora, las cosas están cambiando. La justicia está tocando a sus puertas, y la ciudadanía ya les ha dado la espalda. El poder no es eterno, y menos cuando se construye sobre la traición a los principios democráticos.

El ocaso de Maki y Carlos no es una posibilidad, es una certeza. Solo es cuestión de tiempo.

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