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Los secretos del poder

Cuando las carreras políticas, se definen bajo las sábanas

Sin Filtros; por Brenda Ramos

En la política mexicana, lo que se negocia a puerta cerrada puede ser tan relevante como lo que se acuerda frente a cámaras. Durante décadas, los favores sexuales han sido una moneda de cambio tácita que, en muchos casos, ha facilitado el ascenso de quienes saben jugar ese juego. No se trata solo de contactos, habilidades políticas o capacidades, sino de relaciones más íntimas que muchos y muchas utilizan como la clave para abrir las puertas del poder.

El caso de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre sigue siendo uno de los ejemplos más sonados. Exlíder del PRI en la Ciudad de México, Gutiérrez fue denunciado por manejar una red de prostitución desde las oficinas del partido.

Se descubrió que muchas mujeres eran contratadas bajo la fachada de trabajos administrativos, pero en realidad se les pedían favores sexuales a cambio de mantener sus puestos o ascender dentro de la organización. Aunque el caso fue ampliamente documentado, su desenlace en los tribunales ha sido insuficiente, dejando una marca de impunidad que refleja cómo el poder y la intimidad siguen siendo un binomio peligroso.

Sin embargo, este no es un fenómeno exclusivo de un solo partido o una sola persona. Las conexiones íntimas han sido, en muchos casos, un factor decisivo para acceder a posiciones de poder. Figuras como Elba Esther Gordillo también son ejemplo de cómo, más allá de la capacidad, las relaciones personales pueden determinar la distribución de cargos clave. Aunque no se la ha vinculado directamente con favores sexuales, el uso de influencias y favores para beneficiar a personas cercanas es una práctica bien documentada. Su capacidad para colocar a allegados en posiciones estratégicas muestra cómo el poder no solo se ejerce en la política pública, sino también en la esfera privada.

En el trasfondo de estas prácticas subyace una pregunta fundamental: ¿cómo se construye el poder en México y hasta qué punto las relaciones personales —y sexuales— influyen en ese proceso? La seducción política no es solo un mito, sino una realidad tangible que ha permitido que personas sin el perfil adecuado escalen posiciones a través de favores íntimos. Esto no solo afecta la meritocracia, sino que también perpetúa un ciclo de corrupción y abuso que erosiona la confianza en las instituciones. El poder no se gana por capacidades, sino por quién se conoce y, en muchos casos, cómo se conoce.

Casos menos visibles, pero igual de perturbadores, son los de políticos y empresarios que han logrado posiciones privilegiadas no por su mérito, sino por sus vínculos íntimos con figuras influyentes. Un ejemplo es el de Mariana Moguel, hija de Rosario Robles, quien tras su estrecha relación con el poder ascendió rápidamente en la política. Aunque su carrera política se ha visto envuelta en controversias, es su vínculo familiar y cercano con su madre lo que la ha puesto en el centro de la atención, cuestionando si su ascenso fue resultado de sus habilidades o de los favores derivados de sus relaciones personales. Este tipo de situaciones ilustra cómo lo personal y lo político están entrelazados en la política mexicana, y cómo el acceso al poder puede depender más de quién se conoce que de lo que se sabe.

Ahora, en Tamaulipas, como en muchas otras regiones del país, la pregunta es inevitable: ¿cuántos casos conoce usted? ¿Cuánto(a)s líderes actuales o futuros están construyendo sus carreras no sobre la base de sus logros, sino sobre favores personales e íntimos? Y ¿Cuánto más seguirán avanzando?

Debido a que no han hecho méritos ni creado una carrera política sólida, ascenderán en la política mientras les dure el cuerpo joven o lo que la piel les aguante para las operaciones, liposucciones y/o aumentos,ya que aunque no tengan el perfil necesario están dispuestos a ser utilizados como moneda de cambio.

El uso del cuerpo como herramienta de ascenso político refleja no solo la precariedad ética de algunos actores, sino también las profundas fallas estructurales en nuestro sistema. Mientras la meritocracia se debilita, las puertas del poder permanecen abiertas para quienes encuentran en las relaciones íntimas una vía rápida, en detrimento de la transparencia y la confianza pública. Este fenómeno no es exclusivo de Tamaulipas ni de ciertos personajes, sino que es parte de una cultura política que sigue perpetuando el abuso de poder y la impunidad.

Al final, la seducción política es una muestra más de cómo, en muchos casos, el verdadero trabajo queda relegado a un segundo plano, dando paso a una política donde lo privado y lo corrupto marcan el camino hacia la cima. Es una realidad incómoda que, mientras no se combata, seguirá erosionando las instituciones y el valor del servicio público.

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