Columnas

Gobierno de priistas

Por Oscar Díaz Salazar

En una reunión informal, de carácter social, con un alto funcionario de la 4T tamaulipeca, escuché que se refería al 2018, como «el año que perdimos». Me atreví a comentarle: ¿cómo que perdimos?, ¡fue el año en que ganamos!, ¡ganamos la presidencia!.

El personaje del que les estoy platicando, compartía su opinión, derivada de su propia experiencia. -fue priista, es priista-, no sé si fue un lapsus, un tropiezo, o si se trata de un personaje que no esconde su pasado, ni niega su trayectoria y sus afinidades.

La anécdota me sirve de ejemplo de lo que sucede con muchos de los funcionarios de los gobiernos, estatal y municipales, que «supuestamente» son gobiernos progresistas, de izquierda, que impulsan la cuarta transformación de nuestro país, que no roban, no mienten ni traicionan, que ven en los pobres la prioridad de sus quehaceres, que son seguidores de AMLO y que fueron postulados por morena, PT y PES y/o Verde.

Por ese pasado priista (o panista), los funcionarios de Tamaulipas no han podido, – y parece que tampoco han querido -, darle un mínimo toque de inspiración «progresista» a sus acciones, asimilar algo de lo que dio identidad y fue bandera de quienes simpatizaron o militaron en partidos «de izquierda» y de las organizaciones políticas precursoras de morena y de sus triunfos.

El 10 de junio nada las dice a los priistas vestidos de guindo, porque ellos estaban de lado del gobierno represor priista. El dos de octubre, que no se olvida para los estudiantes y simpatizantes de la izquierda, ni se recuerda ni se conoce por esos que fueron revolucionarios… Institucionales. El seis de julio nada les dice a los priistas. La fecha del fraude electoral que llevó a Carlos Salinas a la presidencia, es una fecha irrelevante para los priistas, que ganaron esa elección, como ganaron antes y después, y como debería ocurrir por los siglos de los siglos.

Los priistas que hoy gobiernan, trabajan cada día para la restauración del PRI, pero con unas siglas que ya no cargan los negativos de ocho décadas de autoritarismo y corrupción.

Los priistas que están en el gobierno, ya reconocieron como interlocutor para temas del campo a la CNC, y ya desconocieron a las organizaciones afines a morena. Los priistas de la cuatrote tamaulipeca, ya mostraron que prefieren a lo peor de la CTM, a los líderes de sindicatos blancos e incondicionales de los patrones de las trasnacionales, por encima de los dirigentes «rijosos» que se atreven a reclamar beneficios para los trabajadores. Y en el caso de la interlocución con los líderes empresariales, la preferencia por los priistas es evidente en la integración del Consejo Estatal para el Desarrollo Económico y la Competitividad.

Como si la regresión política fuera una vuelta a la normalidad, los simpatizantes y los comentaristas gubernamentales repiten máximas del priato para entender realidades o sugerir rutas para las definiciones políticas, como estas: los presidentes los elige el gobernador; los diputados son del gobernador; los consejeros del partido deben surgir de la lista que confecciona el gobernador (o presidente), si alguien la busca por su cuenta es un traidor; los aspirantes a un cargo no deben externar sus intenciones, si no cuentan con el visto bueno del gobernador o presidente; si te atreves a disentir o criticar a los gobernantes, eres reaccionario (chayotero en el caso de periodistas), al servicio de los enemigos de la patria.

La imitación del presidente es practica ordinaria, pero solo lo que conviene a los intereses de los priistas. No en el caso de cerrar la residencia del gobernante; no en el caso de desaparecer fideicomisos; no en el caso de mantener a la familia ajena al gobierno; no en el caso de «achicar» el DIF; no en el caso de recorrer el territorio que se gobierna; no en el caso de informar diariamente (mañaneras); no en el caso de dar chamba a los personajes que impulsaron el movimiento; no en el caso de mejorar los salarios de los trabajadores; no en el caso de descentralizar la obra pública y realizar macro proyectos fuera de la capital; no en el caso de no hacer turismo con recursos públicos (como el alcalde de Altamira); no en el caso de respetar el Estado laico (como Lalo Beattas).

Termino con una frase que enunció Lavoisier refiriéndose a la materia (masa), pero aplicada al partidazo de los amores de los políticos que hoy gobiernan en Tamaulipas: el PRI no se crea ni se destruye, solo se transforma.

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