Seguridad

Salvador Cienfuegos: Le dicen «El Padrino»

El corresponsal de Proceso en Washington cuenta en un libro de próxima aparición su rol en la investigación de uno de los temas más graves y delicados que ha debido enfrentar el presente gobierno: el proceso contra Salvador Cienfuegos, secretario de Defensa de la administración de Peña Nieto.

Por J. Jesús Esquivel

El corresponsal de Proceso en Washington cuenta en un libro de próxima aparición su rol en la investigación de uno de los temas más graves y delicados que ha debido enfrentar el presente gobierno y que estuvo lleno de negociaciones no muy claras entre personajes políticos de México y Estados Unidos: el proceso contra Salvador Cienfuegos, secretario de Defensa de la administración de Peña Nieto. En el libro, Jesús Esquivel narra detalladamente su participación en el trabajo periodístico desde el momento en que un funcionario estadunidense se acercó a él para tratar de sondearlo. El resultado es A sus órdenes, mi general. El caso Cienfuegos y la sumisión de AMLO ante el poder militar (Grijalbo, México, 2023), del que presentamos aquí la introducción.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Recibí un breve mensaje de texto en mi tele´fono que me lleno´ de ansiedad. Teni´a que ser algo importante y muy delicado, de eso no teni´a la menor duda.

“¿Podemos vernos en 90 minutos en la Freedom Plaza? No lleves tu tele´fono celular”. Quien me escribi´a era un fiscal federal de distrito del Departamento de Justicia de Estados Unidos, a quien conoci´ en noviembre de 2018 en la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, al inicio del juicio por narcotra´fico contra Joaqui´n El Chapo Guzma´n.

La Freedom Plaza (Plaza de la Libertad) se encuentra a media cuadra de la oficina de la revista Proceso en el National Press Building (Edificio Nacional de la Prensa), sobre la calle 14, entre la avenida Pensilvania y la calle E, y a tres cuadras de la Casa Blanca. Desde la Plaza se puede ver el Capitolio, y sobre esa misma vena vehicular se encuentra tambie´n la sede del Departamento de Justicia.

Era el martes 7 de abril de 2020. Llegue´ 20 minutos antes de la hora convenida, estaba ansioso. A los pocos meses de concluidos el juicio y la sentencia de cadena perpetua ma´s 30 an~os de prisio´n al Chapo, me encontre´ con el fiscal en Washington durante el receso de una audiencia del juicio en contra de un capo importante del narcotra´fico en Me´xico. El fiscal me habi´a pedido en otra ocasio´n que le diera mi nu´mero de tele´fono. “So´lo te buscare´ el di´a que tenga algo importante e interesante que contarte.” E´l no me dio el suyo. “Tengo varios, yo te buscare´”, se justifico´.

Tras 20 minutos de esperar absorto en mis pensamientos, me sorprendio´ el fiscal cuando se puso frente a mi´ para saludarme. Me pregunto´ si llevaba conmigo el celular, le conteste´ que no, y enseguida cuestiono´ si llevaba una grabadora. Se la mostre´, me la pidio´ y se cercioro´ de que estuviera apagada.

“Todo lo que te voy a contar es off the record, deje´ mis tele´fonos en la oficina”, comento´ y se toco´ los bolsillos del pantalo´n y del saco como para demostra´rmelo.

Comenzo´ por exigirme garanti´as de que nada de lo que me narrari´a se publicara, pues se trataba de una investigacio´n federal en curso: “Eso podri´a entorpecer la pesquisa y acarrearme una acusacio´n en Estados Unidos por el delito de obstruccio´n de justicia”. Asenti´ con la cabeza, todo eso lo sabi´a muy bien tras varios an~os de cubrir como reportero casos criminales de alcance federal de la Unio´n Americana. Comenzamos a caminar sobre la explanada.

–Hay en Nueva York, en la Corte del Distrito Este, un caso muy delicado que tiene que ver con tu pai´s. Se trata de un general de las Fuerzas Armadas metido con el narcotra´fico. Un general muy importante. La DEA lo ha investigado y tiene pruebas en su contra –me explico´, palabras ma´s, palabras menos. No grabe´ ni tome´ notas, el fiscal no me lo permitio´. De modo que no puedo citarlo, pero si´ intentar recrear el dia´logo.

Quise saber el nombre del general bajo investigacio´n, pero se nego´ a develarlo. Me aclaro´ que se trataba de un militar que fue muy importante durante la presidencia de Enrique Pen~a Nieto. El pitazo me lo daba, como lo planteo´ e´l, para que con mis “fuentes mexicanas” intentara descubrir si el gobierno del presidente Andre´s Manuel Lo´pez Obrador estaba enterado del caso.

Entonces me aclaro´ que si lograba conseguir informacio´n del lado mexicano sobre este asunto, podri´a publicarla en Proceso. Por su supuesto que quedaba vetado mencionar alguna fuente estadunidense: la omisio´n podri´a ser la salida para un reportero mexicano que provocara un esca´ndalo al anticiparse a la exposicio´n pu´blica no autorizada por una corte federal sobre un caso criminal extraterritorial. Su consejo como abogado no me convencio´ del todo. Yo sabi´a que, en caso de publicar la nota, si lograba obtener alguna corroboracio´n del lado mexicano, no precisamente quedari´a invulnerable a un pleito con las agencias federales u otras instancias del gobierno de Estados Unidos, aun cuando no mencionara fuentes de ese pai´s.

El fiscal estaba a punto de despedirse cuando le pregunte´ lo siguiente –esto si´ lo cito en forma textual–:

–¿Algo ma´s?

–Creo que al general le dicen El Padrino –me respondio´ y emprendio´ la caminata hacia el Departamento de Justicia.

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