Con Urbanidad
Por: Vicente Hernández
“La única manera de hacer un gran trabajo, es amar lo que haces. Si no lo has encontrado, sigue buscando. No te conformes.”
‹Steve Jobs›
Que gran verdad nos legó el genio de la tecnología digital, y es aplicable a cualquier profesión que uno practiqué, en mi caso escogí el periodismo de crítica social y política, que si bien es cierto me ha dejado grandes satisfacciones, no ha sido el género más redituable económicamente, pero finalmente amo mi trabajo, y si no me alcanza para comer otra cosa, antes de claudicar a mis postulados, seguiré comiendo ¡Sopa de letras!
En esta ocasión voy a escribir sobre la tranquila vida del Altamira de los años cuarenta y cincuenta, apoyado en los textos de quienes, si saben de historias, anécdotas, y chismes de esta bella tierra rica en tradiciones y en cierto modo madre de Tampico y ciudad Madero por lo siguiente.
La gente de Altamira tiene la gloria de haber sido la fundadora o repobladora de Tampico, y fue precisamente Altamira la que le cedió una buena parte de superficie territorial a la entonces Villa de Doña Cecilia para que se independizara de Tampico, y naciera como ciudad Madero, pero para eso están los cronistas que han dejado escritas paginas con historias, anécdotas, leyendas, y costumbres de nuestros antepasados.
Uno de estos es el cronista e historiador Licenciado Enrique Zúñiga Castillo que en sus libros “Memorias de sal” “El lirio y el fango” y algunos otros libros de historia altamirense, así como biografías y relatos, nos cuenta en ellos de una manera amena los acontecimientos y la vida cotidiana, de la vieja Altamira y los altamirenses en distintas épocas, plasmados en las paginas de sus libros que son un verdadero referente para el que quiera saber un poco de la forma de vida en la entonces Villa de Altamira, y es de su segundo libro de donde extraigo el siguiente fragmento titulado “Raquitismo presupuestal.”
“En 1954 el raquítico presupuesto municipal aprobado por el Congreso del Estado fue de 130 mil 200 pesos, el presupuesto para 1959 presentado por el tesorero municipal en sesión de cabildo proyecto un gasto por 221 mil 125 pesos. La escases en las finanzas publicas obligaba a las autoridades del ayuntamiento acudir a la ayuda de agricultores, y ganaderos, como en el caso que para comprar una camioneta la administración conto con el apoyo de algunos rancheros.
El referido vehículo costo 8 mil pesos; el gobierno abono 6 mil pesos, y el resto quedo pendiente, a la espera de la cooperación esplendida de otras personas, así quedo registrado en el acta de sesión ordinaria del 15 de julio de 1958, el vehículo fue destinado a la Sindicatura en funciones de ministerio Publico.
Es interesante la lectura de estos libros, ya que en sus paginas podemos leer que las prácticas de corrupción no son privativas de las administraciones actuales, ya que elevar las cifras en las finanzas publicas es un deporte que se viene practicando desde hace muchísimos años. Para dar un ejemplo de lo anterior, nadamas hay que leer bien en los renglones anteriores, ya que según el acta de sesión de cabildo donde el precio de una camioneta fue de 8 mil pesos, de los cuales 6 mil fueron aportados por “algunos rancheros” y el resto “quedo pendiente”.
Sin embargo, en diciembre de 1959 al ayuntamiento le fue otorgada una ampliación de presupuesto en la que manifiesta que para gastos de “gas, aceite, y reparación de la camioneta” se gastaron ¡¡28 mil pesos!! O sea, 20 mil pesos mas del costo de la camioneta (que no pago el ayuntamiento) declaran también que para mejoras materiales en la Villa se destinaron 100 mil pesos, pero para “gastos extraordinarios” se aplicaron 40 mil pesos, y en “gastos asistenciales” la cantidad gastada fue de 12 mil pesos, así que si sumamos los gastos “inexplicables” nos da un total de 52 mil pesos, que represento el 52% del recurso destinado a la obra pública, y finalmente 3600 pesos destinados a “gastos electorales” cuando las elecciones eran puro formulismo porque de antemano sabían quién ganaría las elecciones.
Pero el en fin, esta era el estilo de gobierno de aquellos años, y para finalizar me contaba don Reynaldo Castillo Portes, el fallecido Cronista de Altamira, la anécdota que cuando un día se reunió el alcalde en turno en alguna cafetería con algunos de sus cercanos colaboradores, le pregunto al tesorero municipal “A ver tú, cuánto dinero hay en la tesorería” a lo que el interrogado saco la cartera y le contesto: “Pues tenemos tanto, menos el costo del café que nos estamos tomando” así de pobres eran las finanzas de aquellos años.