Con Urbanidad
Por: Vicente Hernández
A casi tres meses de haberse “celebrado” el “Dia de la libertad de expresión”, algunos periodistas (incluyéndome) dudamos que en México existan las suficientes garantías para poder ejercer este derecho, sin riesgo de perder la salud, o la vida, mientras que el gobierno en vez de lamentarlo parece celebrarlo, así de sombría es la realidad en este paradójico y surreal país.
Los asesinatos perpetrados en contra de periodistas en los últimos años, se están convirtiendo en un deporte nacional, lo mismo en Baja California, Oaxaca, Zacatecas, que, en Veracruz o Tamaulipas, en una guerra de exterminio no declarada, que tiene sus epicentros en el crimen organizado y en los tres niveles de gobierno, sean estos verdes, amarillos, azules o tricolores, la consigna es la misma: acabar con el periodismo combativo ¿nuestro único delito? La denuncia contra la corrupción, contra el nepotismo, contra los malos manejos de los funcionarios públicos y la simulación.
Empiezan con llamadas telefónicas intimidatorias, haciéndoles saber que los tienen ubicados, cuanta familia e hijos tienen, en el segundo paso pasean sus carros frente a sus casas para para demostrar que no están jugando, tercer paso el levantón, que puede ser saliendo de sus casas, entrando o saliendo de la empresa editorial donde trabajan, y en este último punto, la situación es incierta para el periodista levantado, que puede recibir una golpiza, permanecer secuestrado por días y en el peor de los casos recibir un balazo en la cabeza y amanecer encostalado en cualquier banqueta.
Los 16 recientes asesinatos solo en los primeros ocho meses que van de este año de Fredid Román (Guerrero), Juan Arjón López (Sonora), Ernesto Méndez (Guanajuato), Antonio de la Cruz (Tamaulipas), Sheila Johana García Oliveira (Veracruz), Yessenia Mollinedo (Veracruz), Luis Enrique Ramírez (Sinaloa), Armando Linares López (Michoacán), Juan Carlos Muñiz (Zacatecas), Jorge Camero Zazueta (Sonora), Heber López Vázquez (Oaxaca), Marcos Ernesto Islas Flores (Baja California), Roberto Toledo (Michoacán), Lourdes Maldonado (Baja California), Margarito Esquivel Martínez (Baja California), José Luis Gamboa Arenas (Veracruz). Siendo Baja California quien ocupa el primer lugar en la lista, con más asesinatos de periodistas.Este es un claro ejemplo de cómo el gobierno utiliza un doble discurso sobre los comunicadores, periodistas y luchadores sociales, añadiendo la libertad de expresión, ya que por un lado finge indignación cuando un periodista es asesinado, o denuncia ante la CNDH haber recibido amenazas de muerte, y jura que se abrirá una carpeta de investigación para dar con los culpables, proporcionándole incluso al periodista elementos armados para su protección, siendo estos mismos los que mantienen vigilado de cerca a su protegido, y en muchos de los casos son ellos mismos los que los entregan a los sicarios, o son ellos mismos los que los ejecutan.
Ya son muchos los periodistas de trinchera los que han sido acribillados por la artera metralla de los canallas, que asesinan al periodista, pero no a la verdad, porque cada uno cual Cid Campeador seguirán ganado batallas aun después de muertos, porque en su memoria alzaremos nuestra pluma, libreta, y cámara, como únicas y valiosas armas para luchar en contra de nuestros opresores.Son cobardes los funcionarios, diputados, regidores o presidentes municipales que lanzan habladas, o mandan decir con gente que nos rodea que nos van a golpear o a matar por haber dicho, publicado textos, columnas, caricaturas o haberlas difundido por las redes sociales.La vida pública de los funcionarios de elección popular, o designación en funciones, están expuestos al escrutinio público, y somos los periodistas los que tenemos la obligación moral de señalar con el dedo puesto en el teclado las infamias, agresiones, despotismos, revanchismos, corrupciones y vejaciones que sufre el ciudadano de parte de los malos gobernantes.
Es verdad que el oficio de periodista en México se ha convertido en un oficio de riesgo, y que año con año aumentan las muertes de quienes se atreven a ejercer un estilo de periodismo de investigación, de denuncia, un periodismo valiente, y que no se vuelca en lisonjear y convertir su textos en un jardín de flores, o sus paginas en un escaparate de boletines de prensa, con gruesa capa de maquillaje salidos de la dirección de comunicación social de los tres niveles de gobierno.La diferencia entre uno y otro tipo de periodismo es que en el primero se pasan hambres, se cierran las puertas, se desacredita al periodista, se le intimida y en algunos casos se le asesina.
En cambio, al adulador se le dan las mejores facturas, se le invita a todas las ruedas de prensa, se le brindan las mejores facilidades y se le invita a comer en buenos restaurantes.Con todo y lo anterior el oficio es el oficio, y el de escribidor es apasionante para el que aporrea el teclado, para escribir melódicas loas, o acres críticas, ya que, en las trincheras impresas, virtuales, auditivas y televisivas, tienen cavidad los más diversos estilos periodísticos, y al final es el lector o espectador quien nos juzgara, mientras tanto: ¿Hay algo que festejar el Dia de la libertad de expresión? Quizás para quien gusta de almuerzos de chilaquiles, o machaca con huevo, y el efímero apapacho de los gobernantes en turno sea una forma de festejar, pero yo siempre mantendré mi credo: “La libertad de expresión no se celebra…se ejerce “