Eugenio Hernández Flores ¿Héroe o Villano?
Por: Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- Después de años de tristeza debido a los malos gobiernos locales, Ciudad Victoria recibió con júbilo una noticia que circuló el pasado fin de semana. En otras latitudes, se hubiera pensado que reaccionaban así al anuncio de alguna obra millonaria, de un proyecto para aumentar la captación de agua o del éxito internacional de un victorense. Pero no: festejaban una orden para liberar al exgobernador Eugenio Hernández Flores.
Fuera de la capital de Tamaulipas, la versión no causó alboroto ni sobresaltos, excepto a periodistas y curiosos. Para el resto de la gente, la del norte y la del sur, la vida siguió como si nada.
Hernández Flores, originario de Ciudad Victoria, fue gobernador del estado de 2005 a 2010. Hoy está preso en el penal de Tenango del Valle, Estado de México.
Ingeniero civil de profesión, nunca brilló como alcalde ni como diputado federal ni, menos aún, como mandatario. De hecho, los dos primeros cargos los dejó inconclusos. En sentido estricto, no era un estadista, un hombre involucrado en temas públicos, en los problemas de la sociedad ni en los valores democráticos. En Ciudad Victoria, nadie le decía gobernador. Para ellos, era ‘Geño’, uno de los suyos. Sentadas estas bases, Hernández Flores se tiró a la farra, a la molicie, a cabalgatas y charrerías. En su administración, Tamaulipas tuvo uno de los peores resultados en las pruebas ENLACE, aplicadas a alumnos de nivel básico en comprensión de español y matemáticas. En infraestructura, se acumularon denuncias de sobreprecios y licitaciones dudosas en construcción de hospitales, en muchas de las cuales relacionaban a sus amigos y parientes. Ofrecía fiestas magnánimas en Casa de Gobierno en las que llegó a sortear automóviles entre sus invitados. Daba rienda suelta a sus gustos regionales y cerriles con la Feria Tamaulipas que, en esencia, no dejaba ganancias a la hacienda pública pero le permitía emborracharse con alcaldes y una turba de gorrones.
De esos gastos a ciegas, fiestas locas y trampas, los más favorecidos fueron los habitantes de Ciudad Victoria o, más bien, algunos grupos. Los agasajó con obras, regalos y plazas de trabajo. Él los corrompía y ellos se dejaban. Los “amigos” del gobernador progresaban, subían de nivel. En cambio, las capas inferiores, los empleados comunes y gente de oficios, vivían tan pobres como ahora y preocupados de asegurarse el diario sustento. Es decir, la bonanza que experimentó la capital con Hernández Flores era discrecional y para unos cuántos. Nunca fue un proyecto económico serio ni pensado para largo plazo.
Con Hernández Flores inició una etapa sangrienta de balaceras, extorsiones y, sobre todo, de secuestros. La culminación de su fracaso fue el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI a la gubernatura del estado, el 28 de junio de 2010.
Sus acciones lo llevaron finalmente a prisión en octubre de 2017 por los delitos de peculado y operaciones con dinero de procedencia ilícita. El pasado 18 de septiembre, cuatro años después, un juez estatal declaró sin fundamento las acusaciones y pidió su liberación a las autoridades penitenciarias. Esto provocó una alegría desaforada en la capital, y especulaciones sobre su regreso a la vida pública, de su eventual venganza y de asumir el mando político de Ciudad Victoria.
Pero el exgobernador seguirá tras las rejas. Es un tigre con demasiadas rayas, y el hecho de que le borren unas no le devuelve la inocencia.
Un grueso expediente criminal le espera en Estados Unidos. Allá, lo investigan desde 2008 y lo siguen de cerca tanto a él como a sus colaboradores. Y el esfuerzo ha fructificado: hay orden de captura para él y su cuñado, Óscar Gómez Guerra.
La orden del juez estatal de liberarlo, aunque positivo para su causa, es insuficiente para satisfacer su deseo. De acuerdo con el encauzamiento judicial C-14-178-S, de la Corte Federal del Distrito Sur, en Texas, Hernández Flores y su cuñado habrían cometido presuntamente los delitos de lavado de dinero, transacciones financieras ilícitas e incitación a realizar dichas transacciones.
El monto calculado por el Departamento de Estado de estas operaciones asciende a 30 millones de dólares. Esta autoridad asegura haber documentado ante el juez las operaciones financieras internacionales e interestatales de ambos implicados para ocultar los fondos sin acreditar su origen lícito. De hecho, los estadounidenses sostienen que ese dinero proviene de entregas del crimen organizado. De estas investigaciones, Estados Unidos ha solicitado ya la extradición del exgobernador.
Él, por su parte, ha dado la lucha contra ese traslado ante la Suprema Corte de Justicia, donde presentó una petición de amparo. Pero el máximo tribunal le negó la razón el 14 de mayo de este año: declaró que las leyes de extradición “no atentan contra las posibilidades de defensa ni quebranta las formalidades establecidas para dicho procedimiento, pues permite desarrollarlo en un ámbito de seguridad jurídica y de respeto a los derechos”. Por todo esto, y lo que resulte, esta noche sigue en prisión.
Extraña que algunos personajes del viejo régimen, favorecidos por Hernández Flores, acaben de descubrir los privilegios del gobierno panista a empresarios y particulares de Reynosa, a quienes otorga obras y contratos, y lo califican de corrupto cuando Eugenio hizo lo mismo: repartió dinero y puestos a sus cercanos y consentidos de Ciudad Victoria, y hundió a Tamaulipas en la inseguridad y el endeudamiento estatal.
Nadie quiere ya a Acción Nacional en el poder. Pero tampoco al Revolucionario Institucional y sus secuaces.