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Américo Villarreal Anaya, candidato de poca sustancia

Por:Mauricio Fernández Díaz

CIUDAD VICTORIA.- El Tercer Informe Legislativo del senador Américo Villarreal Anaya intentó ser su presentación como candidato de Morena al gobierno de Tamaulipas. El partido guinda, por cierto, encabeza las preferencias para ganar la elección de 2022. Pero, conviene responder seriamente una interrogante: ¿es Américo la mejor opción para los tamaulipecos?

El doctor Villarreal Anaya puede remitir esta discusión a los comicios de 2018 por la senaduría, cuando enfrentó a Ismael García Cabeza de Vaca, hermano del gobernador, y lo venció. Sí, pero, ¿en quién estaban pensando realmente los electores, en Américo, el cardiólogo, o en López Obrador, el político más carismático de los últimos 30 años? ¿A quién conocían más por su nombre, su rostro y su trayectoria? ¿Al médico de Ciudad Victoria? ¿En verdad? Parece que el senador cabalga siempre sobre la fama de alguien para ascender en el servicio público. Si no es su padre, el ex gobernador Américo Villarreal Guerra, o el Presidente de la república, muy querido en Tamaulipas, cualquiera le sirve para impulsar una candidatura de poca sustancia. Y en política el carácter, el mensaje y el contacto son la sustancia. Américo no tiene ninguno de los tres: es gris de carácter, aburrido en el mensaje y frío con la gente.

El senador prácticamente jamás volvió al estado después de la elección de 2018. Nos referimos a retomar el saludo de la gente, a estar cerca de ella, a hablar de sus problemas. Ni siquiera la oficina de gestión sirvió para estrechar esa relación con los ciudadanos; pregunten a cualquiera que haya estado ahí si el doctor le concedió cinco minutos. Para eso tenía a un ejército de auxiliares, muchos de ellos, por cierto, familiares suyos. No, ahí no estaba Américo. Se le hallaba en la Cámara Alta, como debe de ser, o en reuniones con Ricardo Monreal, Mario Delgado o el mismo Andrés Manuel López Obrador, personajes conocidos por todos. A ellos tres, precisamente, ha acudido ahora para pedirles la candidatura de Tamaulipas, ya que se siente inseguro con la gente, incluso con la de Morena. Otra vez, la estrategia del “hazme candidato”.

Este comportamiento nos lleva a preguntar: ¿Qué tipo de gobernador sería Américo Villarreal Anaya? ¿Uno que escucha en persona las quejas de la gente, o uno que se encierra en su oficina y envía a un emisario para atender a los dolientes? ¿Uno que habla claro o uno que cantinflea? ¿Uno que inspira fortaleza o uno que provoca modorra? Quien sabe; hasta hoy solo ha sido un político de poca sustancia.

Para ser aspirante a jefe del Poder Ejecutivo Estatal, el doctor tiene escasas ideas para los gobernados. Porque alguien debe avisarle que Tamaulipas no empieza y termina en Ciudad Victoria. Al respecto, nos sentimos solidarios con la exigencia de agua de los capitalinos, de concluir la obra del acueducto para garantizar el vital líquido. Pero, Américo no ofrece más. ¿O solo piensa beneficiar a los victorenses y empoderar de nuevo a ciertos funcionarios nefastos que trabajaron con Egidio Torre, Eugenio Hernández y Tomás Yarrington? El doctor no tiene nada qué dar a los habitantes de Tampico, Madero y Altamira, o a los de Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo, por mencionar las zonas urbanas. Allá también esperan grandes proyectos, propuestas de desarrollo. Si Américo pretende gobernar al estilo “Geño” (recordemos al famoso ‘cártel del cemento’), se lo van a pensar dos veces en otras regiones antes de votar por él.

Estos defectos podrían pasar a segundo término si Villarreal Anaya, al fin y al cabo, fuera un político comprometido con las personas, de esos que gustan de resolver necesidades a quien se lo pida. A los hombres del poder se les mide muchas veces por dar ayuda pronta, eficaz y sin excusas. Se puede afirmar que él ya podría hacerlo, que está en una posición influyente, de mando, como senador. Si esto es verdad, nadie entiende por qué algunas gentes que lo acompañaron en 2018, que invirtieron su tiempo y dinero en hacerlo ganar, vagan hoy sin rumbo por el estado, vegetan en cualquier ocupación de tercer nivel, o viven olvidados en sus casas, como si no tuvieran un amigo. Bueno, esa podría ser la respuesta: nunca fue su amigo.

Aunque se ven señales positivas, la elección de 2022 en Tamaulipas será una prueba difícil para el movimiento que encabeza el presidente López Obrador. Irónicamente, de su propio partido han salido las principales taras para su proyecto. Las divisiones corroen por dentro a Morena. En Nuevo León, por ejemplo, la izquierda ganó la elección presidencial de 2018, si bien por escasa diferencia (34 contra 32 por ciento), pero lo hizo en un estado conservador y capitalista, y por eso fue histórico. En 2021, desgraciadamente, no se repitió la hazaña, y en eso influyeron las divisiones. El mismo año, también, Américo ganó por una mínima diferencia, y hoy se siente capaz de triunfar en 2022. ¿Sigue habiendo en el estado la misma unidad a la Cuarta Transformación que en 2018? Eso dependería del candidato, y Villarreal Anaya ni siquiera se saluda con algunos aspirantes de Morena.

Su trabajo como senador ha fortalecido las políticas de la administración federal y se le debe reconocer. Es un trabajo burocrático, de bancada, normativo, es decir, frío. Ahí se le da bien como servidor público. Pero gobernar un estado exige mucho más; se requiere energía, audacia, a veces gestos de heroísmo, como en el tema de seguridad pública, para dar resultados. Gobernar no es para los tibios, los confusos y los cerrados. Américo Villarreal Anaya está lejos de la imagen de gobernador para un estado como Tamaulipas.

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