Política

MOVILIDAD LABORAL Y POBREZA

La movilidad social de la población ocupada y la reducción de su pobreza daban signos de cierta vitalidad hasta el primer trimestre de 2020, a decir del comportamiento de los ingresos laborales y su capacidad para comprar una canasta básica de satisfactores.

Este avance ha sido totalmente perdido a raíz de la pandemia. Más aún, la movilidad laboral que permite salir de la pobreza se ha revertido, acentuando la carencia de ingreso crónica que padece una parte de la población ocupada y sumiendo en la pobreza a trabajadores que en el pasado habían logrado evadir esta situación. Esta catástrofe demanda medidas urgentes de política pública.

El Boletín de Movilidad Social en el Mercado de Trabajo del CEEY muestra que durante 2019 el 20 % de la población ocupada había logrado incrementar su ingreso, sin que hubiera un deterioro significativo de las remuneraciones reales promedio del total de los ocupados ni un aumento en la desigualdad de sus ingresos.

Esto se comparaba favorablemente con lo ocurrido en 2018. Para el primer trimestre de 2020 este impulso a la movilidad laboral aún mantenía cierta fuerza, aunque el comienzo de la pandemia y su efecto sobre la actividad económica comenzaba a debilitarla.

Por otra parte, el Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza del Coneval reporta que, entre el último trimestre de 2018 y el mismo periodo de 2019, el porcentaje de la población con ingreso laboral inferior al valor de la canasta alimentaria (pobreza laboral) se redujo de 39.8 a 37.3. Para el primer trimestre de 2020, esta reducción todavía se mantuvo llegándose a un 35.7 % de pobreza laboral.

Este avance es notable, pues se asocia al ingreso que la población obtiene con su propio esfuerzo (no toma en cuenta las transferencias gubernamentales o de otros) y ocurre en un periodo relativamente breve.

Los resultados de una mayor movilidad social y una menor pobreza son consistentes con el impacto esperado de la elevación de los sala

La nueva pobreza afecta des- proporcionadamente a personas de ingresos intermedios”
pobreza son consistentes con el impacto esperado de la elevación de los salarios mínimos (ver Campos, Esquivel y Santillán, 2017), y si bien hay otros factores contribuyentes y atenuantes de la evolución de los ingresos laborales, la primera hipótesis explicativa de tales progresos recae en las considerables revisiones salariales para 2019 y 2020.

El claro freno a estos efectos fue la suspensión de gran parte de la actividad económica con la llegada del covid-19.
Para el segundo trimestre de 2020 comenzaban a ser claros los efectos económicos de la pandemia en la movilidad laboral.

El porcentaje estimado de la población ocupada que había visto caer sus ingresos llegaba al 30 % , superando con mucho al de los que habían podido aumentarlo. Por otra parte, para el tercer trimestre de 2020, la pobreza laboral llegaba al 44.5 %, lo que representaba agregar cerca de 3.5 millones de personas ocupadas a la pobreza laboral.

La combinación de una menor movilidad y una mayor pobreza laborales, seria de por sí, se aprecia con mayor gravedad al examinar la persistencia de la pobreza de aquellos que ya se encuentran en ella y la caída en la pobreza de aquellos que habían logrado librarla en otras circunstancias.

Sus contrapartes, aquellos que permanecen fuera de la pobreza o pueden salir de ella, también ilustran las dificultades que el mercado de trabajo está atravesando para generar condiciones de bienestar.

Antes de la entrada de la presente administración, entre el último trimestre de 2017 y hasta el último trimestre de 2018, 24 % de la población ocupada permaneció en pobreza laboral y 18 % se sumó a dicha pobreza desde una condición en donde ésta no se sufría, con lo que se alcanzó para finales de 2018 un total de 42 % de población pobre. Para el mismo periodo, salían de la pobreza 18 % y permanecían siempre fuera de ella 41 %.

Con la entrada del nuevo gobierno estas cifras mejoraron. Entre el último trimestre de 2018 y hasta el último trimestre de 2019, 23 % de la población ocupada permaneció en la pobreza y se sumó a ella 19 %, alcanzándose un total de 40 % de la población en pobreza.

Complementariamente, para el mismo periodo, aumentó el porcentaje de personas que superaron la pobreza a 19 % y permanecieron fuera de ella 42 %.

Estas cifras son consistentes, aunque ligeramente distintas, con las cifras oficiales (ver línea en la gráfica) y muestran con claridad que se estaba logrando reducir la pobreza persistente y aumentar la movilidad para salir de la pobreza laboral, aunque de forma modesta.

Para el inicio de la pandemia, en el primer trimestre de 2020, todavía se mantenía cierto impulso para reducir la pobreza.

Entre el primer trimestre de 2019 y hasta el primer trimestre de 2019, 22 % de la población ocupada permaneció en pobreza laboral y 15 % se sumó a dicha pobreza, con lo que se alcanzó para inicios de 2020 un total de 37 % de población pobre. Para el mismo periodo, salían de la pobreza 19 % y permanecían fuera de ella 44 %.

Con los efectos de la pandemia es- tas cifras se deterioraron notablemente. Entre el tercer trimestre de 2019 y hasta el tercer trimestre de 2020, 25 % de la población ocupada permaneció en la pobreza y se sumó a ella 21%, alcanzándose un total de 46 % de la población en pobreza.

Complementariamente, para el mismo periodo, se redujo el porcentaje de personas que superaron la pobreza a 14 % y permanecieron fuera
de ella 39 %.

De acuerdo a lo anterior, la persistencia de la pobreza ha aumentado tres puntos porcentuales respecto al inicio de la pandemia, y se ha incrementado el descenso de una condición de no ser pobre a la pobreza en seis puntos porcentuales.

Esto significa que cerca de 4.5 millones de personas ocupa- das están experimentando una pobreza persistente que antes no ocurría o están cayendo en la pobreza cuando anteriormente era posible evitarla.
Aquellos ocupados que se incorporan a la condición de pobreza laboral arrastran a un gran número de personas que no se encuentran en el mercado de trabajo a tal situación.

Por cada persona ocupada percibiendo ingresos hay, en promedio, un dependiente económico, por lo que es razonable plantear que la pobreza se está incrementando en al menos siete millones de personas. Ésta, sin embargo, es sólo la pobreza extrema monetaria, pues se asocia a ingresos insuficientes para obtener los alimentos necesarios.

Si se habla de la pobreza monetaria general (insuficiencia de ingresos para obtener satisfactores básicos alimentarios y no alimentarios) algunas estimaciones sitúan el aumento en el número de personas pobres en más cerca de 9 millones (ver Lustig et. al., 2020).

La nueva pobreza afecta des- proporcionadamente a personas de ingresos intermedios. Un cálculo propio estima que el 44.5 % de las personas ocupadas del tercer quintil de ingresos derivados del trabajo están pasando a las filas de la pobreza laboral. Sin embargo, los efectos se extienden a los ocupados de los estratos de más altos ingresos que están perdiendo su empleo o viendo caer sus remuneraciones al deprimirse el mercado de trabajo.

Estas circunstancias anticipan una baja o nula efectividad de los aumentos en el salario mínimo para reiniciar en el corto plazo una movilidad laboral que reduzca la pobreza.

Ante el incremento de la pobreza persistente y la caída en tal condición de nuevos grupos es imperativo intervenir, no sólo por las consecuencias de bienestar de corto plazo, sino también por los efectos irreversibles que se pueden tener sobre las futuras generaciones. La experiencia de otros países muestra que es posible reducir el incremento en la pobreza casi a la mitad de lo que se pronos- tica (ver también Lustig et al., 2020 ), pero para ello se requieren nuevos apoyos al ingreso, que en el caso de México siguen brillando por su ausencia.

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