Culpas y disculpas
Carlos Marín.
Aunque por simple sentido común debe cuidarse lo que se dice, el presidente López Obrador se ufana y repite: “Siempre digo lo que pienso” porque, arguye, “mi pecho no es bodega”.
Y pese a que de vez en cuando reivindica: “Soy dueño de mi silencio”, desdeña la sabia recomendación de “no desaprovechar la oportunidad de quedarse callado”.
Lo que más preocupa es que, además, todo indica que cree sinceramente cuanto dice, pero no es raro que modifique su criterio para decir cosas distintas, inclusive contradictorias, de un mismo tema (Teletón o Ejército), inclusive de un día para otro, como acaba de ocurrir con su ofensiva descalificación y ofrecimiento bochornoso de disculpas a los profesionales de la medicina.
El viernes afirmó que los servidores de la salud trabajaban “a favor del mercantilismo, que desgraciadamente también llegó a predominar en el periodo neoliberal en todo lo relacionado con la salud”. Y continuó mordaz: “¿Cómo se decía antes de los médicos? Que solo buscaban enriquecerse, ¿no? Que llegaba el paciente y lo primero que hacían era preguntarle: ‘¿Qué tienes?’.
—No, doctor, es que me duele acá, doctor.
—No, ¿qué tienes de bienes…?”.
La reacción de todas las agrupaciones de la comunidad aludida (incluido el Colegio Nacional de Médicos Militares, de los que el Presidente es Comandante Supremo), fue de indignada exigencia de disculpas, con reproches como: “Calumnia y ofende a todo el gremio médico, dañando su integridad ética, moral y profesional”; “exigimos respeto y reconocimiento”; “los dichos del Presidente solo merman la confianza entre médico y pacientes”; “rechazamos en forma enérgica y tajante las ofensivas declaraciones…”.
El Presidente acusó recibo y el lunes apechugó:
“Si lo entendieron así ofrezco disculpas, pero no fue eso. Hablé de cómo los médicos tienen una vocación humanista. Imagínense: era médico Ernesto Che Guevara; médico el mejor Presidente de América Latina, Salvador Allende. ¿Cómo voy a hablar mal de los médicos? Todo lo están tergiversando. Por eso estoy hablando más despacio que de costumbre, no quiero hablar de corrido para que no vayan a utilizar algo. Están viendo ¡pero con microscopio!, escudriñan todo lo que hago”.
Pero deslizó: “No es hablar al tanteo. ¿Cuántas operaciones se hacen sin necesidad? ¿O no existe eso? Desde luego no podemos generalizar…”.
Disculpa fallida. Sobre todo cuando el personal médico nacional está jugándose la vida para intentar aminorar la curva de la muerte.
No solo: pésimo ejemplificar con Guevara y Allende, ya que no fueron sus aptitudes médicas lo que los inmortalizó, sino sus luchas libertarias (uno mediante la guerra de guerrillas y otro por la vía electoral).
Alguien de su deficiente equipo debió recomendarle citar al menos a un médico mexicano. Quizá Rubén Leñero (tío del escritor Vicente), quien proyectó la Cruz Verde, murió como héroe (contagiado de tifus por un indigente que nadie quería atender) y por eso un célebre hospital público lleva su nombre.