Columnas

La autoridad frente a Irma Reyes

HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

El Presidente ha pedido a la fiscalía de Ciudad de México que reconozca la contribución de Irma Reyes al esclarecimiento del asesinato de la niña Fátima. Y que pague las cantidades ofrecidas. Coincido totalmente. Voceros de la fiscalía han dicho que hubo ayuda de la ciudadanía, pero que el esclarecimiento del homicidio se debe a la investigación policial. No es eso lo que los lectores de MILENIO (21/2/20) pudimos leer en la entrevista que Azucena Uresti hizo a la señora Reyes, tía del homicida. Varios días después del homicidio, cuando la policía no tenía el menor indicio del paradero de los responsables, Irma Reyes los recibió en su casa mexiquense. Luego de atenderlos dos días, vio sus rostros en la televisión, acusados del crimen. Se las ingenió para obtener de ambos homicidas la confesión del hecho. El hombre le echó la culpa a la mujer. La mujer dijo que el hombre le había exigido una niña de regalo si quería evitar que abusara de sus propias hijas. Consumados los hechos, Fátima lloraba mucho. El hombre pidió a su mujer que la ahorcaran. Eso hicieron. Obtenida la confesión, Irma Reyes decidió denunciar a sus parientes. Salió de su casa y tuvo la suerte de cruzarse con su hermana y con su cuñado. Les pidió que llamaran a la Policía Municipal. Los municipales llegaron cuando los homicidas se iban de la casa de Irma. Aliviada del temor por su vida, que la acompañó todo ese lapso, Irma Reyes entregó la pareja a los policías del municipio, que a su vez los entregaron a la policía capitalina. Tan en pañales estaba la investigación contra los asesinos de Fátima, que durante dos días no pudieron fincarles otro cargo que el de cohecho, pues intentaron sobornar a los municipales. Si esto no fue ayudar a resolver un caso, no sé qué pueda serlo. La colaboración de Irma Reyes puede ser humillante para la policía, porque la sustituyó con eficacia, pero es cívicamente ejemplar, digna de reconocimiento. La autoridad debería premiar estos actos, más que regatearlos. Entre otras cosas, porque tanto la policía como la autoridad necesitarán siempre de la colaboración de las Irmas Reyes de este mundo. 

hector.aguilarcamin@milenio.com

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