Polvorín
Doña Irma, Giovana y Fátima…
José Ángel Solorio Martínez
¿Es legítimo el paro convocado por el movimiento feminista mexicano?
A bote pronto, se debe contestar: sí.
En tanto busca llamar la atención sobre un problema social de mucha complejidad; en tanto, intenta concientizar sobre un fenómeno cada día más extensivo; en tanto, quiere que el Estado cumpla con sus deberes de cuidar los bienes de hombres, mujeres, niños y minorías.
Empieza a perder su carácter legítimo, cuando grupos sociales tradicionalmente anti feministas –sobre todo los de derecha– que por décadas han mostrado su esencia machista y conservadora se adhieren a la convocatoria. (Sólo hay que recordar cómo personajes como Vicente Fox o el Jefe Diego y muchos relevantes panistas, han calificado a la mujer).
Es decir: la movilización, se erosiona en su genuinidad cuando el mayor ruido, proviene de la conservadora derecha y no de los reales colectivos feministas. (Ahora hasta gobernadores, son feministas cuando en sus solares proliferan cruces de mujeres y niñas).
Se deja entrever, entre tanto humo de la niña Fátima, el visceral odio que la derecha fascista tiene contra el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Valdría la pena, enumerar algunos elementos del entorno y del infanticidio:
1.- Los responsables, están debidamente encauzados a proceso por sus actos.
2.- En el evento, –ojo feministas– participó una mujer. En efecto –Giovana–: la esposa del asesino y violador, fue la que raptó a la menor y se la llevó a su esposo para que abusara de ella. Y luego, del repugnante hecho, ella –la plagiaria– ayudaría al sujeto a asesinar a la niña.
3.- El asunto, se clarificó con la participación de otra mujer: la tía de los asesinos. Esta señora, que mostró una moral diametralmente opuesta a la de sus familiares asesinos: llamó a la policía para que los arrestara. Otra más: en un honorable acto, rechazó los millones de pesos que la Fiscalía de la CDMX había prometido a quien diera informes sobre el paradero de los prófugos.
4.- El ambiente en el cual se desarrollan los hechos, es de precariedad, de hacinamiento. En parte, recuerda aquel ensayo antropológico de Oscar Lewis, Los Hijos de Sánchez. O sea: en mucho, esas atmósferas de miseria generan esas mentalidades tan opuestas: la de los criminales –sin esperanza, sin futuro, sin tiempos felices– y la de la señora –moralmente indoblegable, solidaria, sensible– que llevó a su propia familia ante la justicia. Nomás para alimentar el odio de los neoliberales hacia AMLO: Carlos Salinas de Gortari, es realmente el padre de la pobreza moderna de los mexicanos. Sin duda alguna.
No es endureciendo penas, como se va a frenar el feminicidio.
Es, sí, con cambios estructurales en el modelo económico que haga énfasis en el combate a la pobreza, como se puede cambiar la mirada de los mexicanos.
Sólo entonces, ganará la visión de la tía –doña Irma–, y no la óptica torcidamente adolorida de Mario y Giovana.