Columnas

Urge cambiar el discurso

AGUSTÍN JIMÉNEZ

Una de las grandes virtudes que tiene el actual Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, es el de generar empatía en sectores masivos de la población de nuestro país. Con una personalidad interesante, denota, en chispazos de humor y frases populares, su franco interés por generar y mantener una sana empatía con la masa que lo llevó al poder y que le permite continuar con un regodeo mañanero, siempre y cuando, la realidad sea permisiva, maleable, turgente y carente de aristas que le ocasionen algún tambaleo en el discurso que entrega cada día a los representantes de los medios de comunicación nacionales

Ese López Obrador que prodigaba “abrazos, no balazos”, tuvo su momento más genial cuando Ricardo Anaya lo quiso desafiar al puro estilo del viejo oeste – “frente a frente” – en los debates de campaña. La actitud lisonjera de AMLO, ridiculizó, con una sola maniobra, un solo gesto y un ademán, a la heroicidad de Anaya Cortés, quien, incluso, terminó con un remoquete que en muchas partes de nuestro país le siguen imponiendo: “Ricky Rickín Canallín”.

Esa línea argumentativa ha sido, hasta este momento, el eje central del estilo para construir los discursos que observamos en las mañaneras. AMLO, a pesar de las críticas de los medios internacionales cuando decidió cerrar al NAIM, de la creciente población que muestra inconformidad por sus decisiones y que trata de demostrar de manera histórica cómo se ha contradicho el tabasqueño, a este último parece no afectarle en lo más mínimo, pues, así como él ha dicho, no pierde la sonrisa pues es “feliz, feliz, feliz”.

Todo continuaba así, hasta que ocurrió el tristemente llamado “culiacanazo” y, con él, los incesantes cuestionamientos de los medios que, desde el principio lo apabullaron con preguntas severas hasta que obligaron al jefe del Estado mexicano a “perder perspectiva” y, el autocontrol que le habíamos conocido, desapareció.

Por un momento, por un instante “se apagó la chispa” y cayó en un momento de “crisis de comunicación”, cuando fue increpado a gritos por un reportero —debo decir que eso es algo que repruebo totalmente, pues la investidura presidencial, sin importar quién esté portándola, merece total respeto— el cual, entre pregunta y reclamo, le insistía en la carente falta de información al respecto.

Los ojos del mandatario se desorbitaron cuando, después de asegurar que la información oficial corrió antes de que concluyeran las primeras 24 horas, en coro, los miembros de la prensa gritaron un severo “no” tan largo, que sirvió para dibujar una mueca en el rostro del Ejecutivo.

A partir de ese día, “las mañaneras” que hemos visto fueron divididas en dos partes fundamentales. La primera de ellas, servía como en una especie de aula de clase en la que se imparten las cátedras de moral, ética, análisis de los medios masivos y retórica aplicada y, en un segundo momento, para explicar y justificar las acciones de las fuerzas armadas y un operativo fallido injustificablemente justificado que terminó con la liberación de un capo de la mafia.

Esto llevó a que tres miembros de las fuerzas armadas de muy alto nivel, uno retirado; dos en activo, manifestaran su descontento con las decisiones que se toman por el comandante supremo de las fuerzas armadas. ¿La respuesta en ese fin de semana? Un atisbo a la negación de un inexistente golpe de estado. ¿A qué venía el comentario? ¿No le sonó como la historia del “bombero pirómano”?

Así que, al volver a la jornada de trabajo, mostró a la nación cómo su gobierno sigue siendo víctima de ataques virtuales como una manera de cambiar el enfoque y las preguntas de los reporteros. No obstante, el actual gobierno tenía una “bomba de tiempo” que le “estallaría en las manos”: El fuego cruzado de dos bandas rivales, que cobró la vida de nueve miembros de una familia. Sin contar, por supuesto, un ataque posterior a la Fiscalía del lugar y una serie de incendios provocados y balaceras en Ciudad Juárez.

Fue justo allí, cuando las palabras del discurso de López Obrador chocaron terriblemente con los hechos que construyen la insegura realidad del mexicano común, el de a pie. El estruendo fue tal que, incluso, se alcanzó a escuchar más allá de nuestras fronteras, poniendo al tanto a los vecinos que de inmediato ofrecieron ayuda bélica para combatir a “los monstruos” que mantienen asolada a nuestra nación.

Es urgente que el presidente López cambie el contenido del discurso y sea acorde con la realidad. Bien valdría empezar con aquello de que “la violencia no se combate con violencia” y decir que la “inseguridad se combate con seguridad”. ¡La razón es simple! Las bandas delincuenciales que operan en aquellos lugares, están dispuestas a seguir “tirando balazos”, aunque se les ofrezcan cientos de abrazos. Y no con esto quiero decir que le apuesto a la confrontación armada, sino a la estrategia efectiva y a la inteligencia militar para desarticular estas organizaciones.

Así como se responsabiliza a FCH de “golpear el avispero”, también se debería completar con un contenido sobre cómo se controlará “el enjambre” durante el sexenio actual. Y, por último, evitar frases como la de “los bozales y los perros”, “prensa fifí”, “reporteros chayoteros” y “medios conservadores” para después decir que “jamás he estigmatizado a los medios”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

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Con Café y a Media Luz

Agustín JIMENEZ CERVANTES

“Urge Cambiar el Discurso”

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