Columnas

EL PRESIDENTE Y LA PRENSA

Hector Garces

Al igual que muchos políticos mexicanos, el presidente Andrés Manuel López Obrador desconoce de qué se trata el trabajo periodístico.

El problema con el hombre que enarbola la Cuarta Transformación es que gusta opinar en todo momento, a toda hora, incluso, a muy temprana hora. El ansia de protagonismo lo vence y, con frecuencia, sostiene escaramuzas verbales con los reporteros que cubren ‘las mañaneras’ en Palacio Nacional.

Lo que sucedió ayer por la mañana refleja no sólo el álgido nivel al que llegó la estrepitosa derrota que sufrieron las Fuerzas Armadas en la batalla de Culiacán frente al Cártel de Sinaloa, sino la tensa y áspera relación existente entre el primer mandatario y la prensa nacional.

Desde el podium presidencial, López Obrador quiere dar clases de periodismo. Grave error: su función es gobernar y administrar el país, tarea que, por su actitud diaria, reflejada cada vez más en un rostro endurecido, ya se dio cuenta que no es nada sencilla por la multiplicidad de problemáticas estructurales e históricas imposibles de corregir en un sexenio.

Con férrea y, a veces, teatral insistencia, el tabasqueño afirma que la relación entre el poder presidencial y la prensa ha cambiado, que ahora se trata de un ‘diálogo circular’, de una comunicación ‘de ida y vuelta’.

Por supuesto que la relación entre el poder político y los medios de comunicación ha registrado un cambio, pero eso no es resultado de la elección de 2018.

La libertad de expresión fue ganada, en particular por la prensa nacional, de manera gradual, conforme avanzó el proceso de transición democrática, la que vivió distintas etapas, siendo una de ellas determinante: los comicios de 1988. Aquello fue ‘el fin del partido casi único’ y el inicio de un periodo que culminó con la alternancia en la silla presidencial.

Si bien muchos medios optaron por anclarse en el oficialismo del arcaico y esclerótico sistema político priista, varios periódicos irrumpieron con novedosos contenidos y alimentaron la crítica en contra del poder. A la siempre incisiva revista ‘Proceso’, se sumaron diarios como ‘La Jornada’, ‘El Financiero’ y, por supuesto, ‘Reforma’.

En ese contexto, no se debe olvidar la creciente influencia de los noticieros radiofónicos. Una gran cantidad de las plumas profesionales fueron invitadas a expresar sus opiniones especializadas en los cuadrantes de FM y AM. Revistas como ‘Nexos’ y ‘Vuelta’, fundada por el poeta Octavio Paz, contribuyeron a estimular el debate intelectual sobre el proceso de transformación política y social.

La década de los noventas vivió un ‘boom’ periodístico que registró la época en que México estuvo en ‘la frontera del caos’ (para citar un libro de Andrés Oppenheimer) y el final del extenso periodo (71 años) del PRI en la silla presidencial.

A diferencia de la amplia mayoría de los políticos mexicanos, Andrés Manuel López Obrador gusta de la Historia como fuente de consulta para comprender y analizar la realidad del país. Sin embargo, como suele suceder con académicos que le ponen demasiado condimento ideológico a sus estudios históricos, pierde la perspectiva y, por consecuencia, equivoca el diagnóstico.

Citar a Gustavo Madero, hermano de Francisco I. Madero, para ejemplificarse como el hombre que ‘le quitó el bozal’ a la prensa mexicana de la segunda década del siglo 21 (la que, según el presidente, ahora ‘le muerde la mano’), es no entender precisamente lo que sucedió en los terrenos mediático y político a partir de la elección presidencial de 1988 (el cuestionado fraude electoral salinista, el estandarte democrático de Cuauhtémoc Cárdenas, el empuje ciudadano de Manuel Clouthier… y la apertura ganada a pulso por la prensa).

La airada descalificación del presidente a la foto-nota publicada por ‘La Jornada’ en su portada un día después de los violentos hechos registrados en Culiacán (cierto, un error periodístico -cometido ante el vacío informativo gubernamental-) revela lo que en realidad desea el personaje que pretende una transformación del tamaño de la Independencia, la Reforma y la Revolución: quiere aliados incondicionales en la prensa… aliados incondicionales como los ‘youtubers’ de ‘pacotilla’ que se sientan en primera fila en sus ‘mañaneras’.

Además, la sistemática descalificación de Andrés Manuel López Obrador contra la prensa (es notoria su particular obsesión con los columnistas) refleja una contradicción de fondo: por un lado, ataca a los medios tradicionales (periódicos y noticieros de radio y televisión) con el argumento de que ya no ejercen la influencia de otros tiempos, pero por otro les pide -con un grandilocuente ‘ya basta’- que dejen atrás ‘el amarillismo’ y que destaquen lo que -para él- tiene importancia (en este caso, evitar una masacre en Culiacán… única decisión acertada en un operativo fallido).

El presidente de la república debe entender que lo sucedido en Culiacán hace dos semanas reúne una serie de factores que despiertan, primero, el interés público y, segundo, el interés periodístico.

Para que AMLO tome nota: Uno de esos factores, el más atractivo para ser considerado noticia, es el conflicto (fue más que eso: fue una batalla, el capítulo de una guerra contra el narco, una confrontación entre militares y sicarios). Otro factor fue la magnitud del hecho (la capital de un estado bajo fuego). Uno más de sumo interés para la prensa: La prominencia o relevancia del personaje capturado y luego liberado, el hijo de ‘El Chapo’ Guzmán.

Esperemos que el presidente de la república llegue un día a entender el trabajo periodístico bajo la perspectiva que corresponde al vértigo de la segunda década del siglo 21, periodo protagonizado por las tecnologías que aceleran los procesos y los efectos de la comunicación masiva y que, exigen, a la vez, que los gobiernos no guarden silencio durante horas en una situación violenta y extrema, ya que la sociedad reclama información veraz en tiempo real.

Y PARA CERRAR…

‘Proceso’, siempre ‘Proceso’: Las preguntas de la reportera Nely San Martín, de la insigne revista ‘Proceso’, fueron precisas, puntuales, incisivas. Nunca opinó, preguntó; con agudeza, sin alzar el tono de voz, cuestionó.

Fue una auténtica cátedra de periodismo, de verdadero ejercicio periodístico en una rueda de prensa. Una lección que debería aprender Andrés Manuel López Obrador.

Fuente: Expreso.press

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