Columnas

De política y cosas peores

Armando Fuentes Aguirre

«Los invito a una orgía». Lord Feebledick y su esposa lady Loosebloomers recibieron esa invitación de su vecino, sir Fluffy Buttocks. El pliego invitatorio traía una indicación: «Código de vestuario: No llevar ninguno». Quizá los esposos dejaron de ver esa advertencia, el caso es que milord llegó de esmoquin a la orgía, y milady de vestido largo. Cuando entraron en la mansión y vieron a la concurrencia sin prenda alguna encima y follando a diestra y a siniestra no dejaron de extrañarse un poco. Lord Feebledick se caló su monóculo para certificar la escena, y lady Loosebloomers echó mano a sus lentes con mango de marfil, como hacía Margaret Dumont en las películas de los Hermanos Marx. Con flema británica milord hizo caso omiso de lo que sucedía y le preguntó al mayordomo de la casa: «¿A qué hora se servirá el té?». «Milord -respondió el hombre ceremoniosamente-, en esta ocasión no serviremos té». «¿Ah no? -dijo lord Feebledick enarcando las cejas-. ¿Entonces cuál es el propósito de la reunión?». Quedarse como el que chifló en la loma es haber hecho un llamado que no tuvo respuesta, haber solicitado algo que finalmente se negó, haber dicho palabras que no fueron oídas. Por ejemplo, yo me quedé como el que chifló en la loma cuando le pedí a López Obrador que no cancelara el proyecto del aeropuerto de Texcoco. Pero el tiempo es justiciero y vengador, dice con sobra de razón una canción vernácula. En Tamaulipas el Presidente les pidió a los narcotraficantes, secuestradores, asesinos, extorsionadores y demás fauna que antes de delinquir piensen en su mamacita, y le bajen siquiera sea un poco a su violencia, pues todas esas actividades criminales son fuchi, guácala y etcétera. No es necesario ser muy perspicaz para decir desde ahora que AMLO se quedará, al igual que yo, como el que chifló en la loma.
Candidito, joven varón sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Al comenzar la noche nupcial el desposado le anunció a su flamante mujercita: «Piru: voy a darte un regalo». «¿De veras, Candi? -se alegró ella-. ¿Qué me vas a dar?». «Mi pureza -respondió él, solemne-. La conservé intacta a fin de ofrendarla el día de mis bodas a la mujer a quien daría el dulcísimo título de esposa. Tu regalo es mi virginidad». «¡Ay, qué lindo! -replicó Pirulina-. Yo también tengo un regalo para ti. Mañana te compraré una corbata». El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, se presentó a pedir su mano. (La de Glafira, digo, no la de don Poseidón). Le dijo al viejo: «Aunque el matrimonio se debe dar por hecho vengo a cumplir esta formalidad». El genitor se encrespó: «¿Quién le dijo a usted, joven carininfo, que el matrimonio con mi hija se debe dar por hecho?». Respondió lacónicamente el galancete: «Me lo dijo el ginecólogo». La fotógrafa artística le comentó a María Candelaria, linda zagala campesina: «¡Qué gran silueta tiene tu novio!». «No es la silueta, señito -contestó la muchacha bajando la voz-. Lo que pasa es que acostumbra echarse en la bolsa del pantalón todo el manojo de llaves de la hacienda». El hijo mayor de don Martiriano y doña Jodoncia se iba a casar. Cuando el muchacho se levantó por la mañana le dijo don Martiriano: «Hijo mío: hoy será uno de los días más felices de tu vida». «Papá -aclaró el hijo-, el casamiento es mañana». «Precisamente -confirmó don Martiriano-. Hoy será uno de los días más felices de tu vida». Él medía 1.40 de estatura, ella 1.80. Le dijo la mujer: «Doy por terminada mi relación contigo». «¿Por qué?» -preguntó, desolado, el galán. Respondió ella: «Porque cuando hago el amor me gusta que me miren a los ojos, no al ombligo».

FIN.

Fuente: El BRAVO

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