Columnas

«De los Alpes Suizos al Cerro de la Silla».

MÉXICO BRAVO… Por Alberto Ídem.

Estaba ella formada adelante de mí en la fila de esa muy tampiqueña cuanto exitosa empresa llamada Tacos Ana, y ni siquiera la había visto, aunque es cierto: se hallaba de espaldas y en esas condiciones es más fácil para uno ser macho alfa que reconocedor facial… en fin. El caso es que la guapa chica voltea por algo hacia atrás, me ve y al instante esboza una enorme y muy sincera sonrisa que avalaban sus ojos al tiempo que me decía «¡Hoolaa!», como si tuviera yo la fortuna de contarme entre sus amistades o seres queridos. Así de amable es ella, que apenas anda en sus felices veintes, disfruta aún de la jovial soltería, es egresada del Tecnológico de Monterrey y ya «se aventó» todo lo que dura un embarazo, pero sin estarlo, en la tierra de los quesos, la relojería, los chocolates con leche, la historia de Heidi, los famosos Alpes, la Cruz Roja internacional y, también, los primeros paraísos fiscales. Mi joven y linda amiga (¡ni hablar, no he pasado de la «friend zone»!) estuvo 9 meses trabajando y viviendo en Suiza, en una dependencia federal mexicana directamente relacionada con la Organización Mundial de Comercio que, de manera sorpresiva, desapareció este año, o más bien la desaparecieron junto con una cantidad importante de oficinas homólogas que funcionaban en países de Europa, Asia y Sudamérica. La representación comercial de México en el país donde también tienen su sede fuertes organismos internacionales como la FIFA, no existe más, y por eso mi amiga «D» (lo pronunciaré en inglés para que suene más a femenino y así guardar su anonimato al mismo tiempo) se regresó a México, y concretamente al sur de Tamaulipas, de donde ella es. Me cuenta que es tanto y tan importante el trabajo que realizaban esa y las demás representaciones comerciales en materia de promoción a las inversiones en suelo mexicano, que difícilmente la cancillería mexicana, a cargo de Marcelo Ebrard, podrá en 5 años avanzar y emparejar el paso que llevaba ya esa labor con la Secretaría de Economía al frente.

Pese a ello, mi amiga «Di» tiene ya entre su trayectoria profesional y experiencia como servidora pública el haber colaborado por esos 3 trimestres para el gobierno federal, pero en el extranjero. Esto y el haber desempeñado antes, por 2 años, la función de asistente personal en el despacho de la presidencia municipal, de una de las ciudades del sur de Tamaulipas, debe ser algo digno de considerar en un CV, y así lo debió tener en cuenta la importante firma internacional, de capital estadounidense, que llamó a Di para ofrecerle un puesto y llevársela a trabajar en la capital del estado de Nuevo León, a donde está ella por mudarse. A Di jamás me ha tocado verla ya no digamos enojada, sino incluso sin esa sonrisota de niña feliz, de señorita mundo internacional, que la caracteriza junto a su sencillez (me aceptó la invitación a comerse su paquete de tacos conmigo en la mesa del café contiguo, también de capital tampiqueño y con 7 décadas de tradición, sucursal, por cierto, donde siempre tienen la gentileza de permitir que la gente tome sus alimentos con la única condición de que consuma ahí las bebidas). Pero Di debe estar ahora mucho más alegre: se va a Monterrey, la segunda ciudad económicamente más importante de México, aunque sin los grandes conflictos de la capital del país, a trabajar en la parte administrativa de una corporación trasnacional. Recuerdo que justo un año antes de que concluyera su bienio, el presidente municipal para el que ella trabajó hizo contacto directo conmigo para pedirme una entrevista, y me citó ese mismo día a lo que se inventó él como su especie de Casa Blanca versión Junior-Kidzania. Quien me recibió y atendió de forma afable y servicial fue D, y desde entonces ella fue mi enlace, sin tocar más barandas. De los Alpes suizos al Cerro de la Silla hay mucha diferencia, es cierto, pero no más de la que hay entre el sur de Tamaulipas y la Sultana del Norte, sin ofenderme a mí mismo que soy tampiqueño. Y hablo de su boyante economía: por algo André Pier Gignac está pasando sus años de madurez y casi retiro futbolístico ahí, y no en Estados Unidos. Ahí es a donde se nos va D, un caso de éxito profesional de origen tamaulipeco.

Y si de éxitos profesionales y económicos hablamos, y si a empoderamiento femenino meteórico, y a cafés y empresas orgullosamente tampiqueñas nos hemos de referir, debo entonces también mencionar el caso de un lugar que, por auténtico y perseverante, y por constante, ha logrado ya convertirse en un caso ejemplar de rentabilidad en materia de negocios con menos de media década de operaciones, al grado de que no sólo genera empleos (varios), sino que también sigue ofreciendo vacantes. Se trata de «La Pequeña Nueva Orleans», una cafetería temática que no les pide nada a los desaparecidos Hard Rock Café: desde su originalidad en cuanto al nombre, que sacó del sobrenombre de Tampico en la época del esplendor petrolero, pasando por el diseño y decoración, hasta el estilo, vestimenta y atención cordial de su personal, el establecimiento es no sólo un lugar para tomar una bebida o alimentos y conversar, sino también una opción de entretenimiento, ya que la mitad de la semana tiene diferentes tipos de música en vivo, y en 4 años ha crecido ya al triple de lo que era en un inicio, tanto en espacio como, principalmente, en número de mesas y áreas «lounge». Pues resulta que a «La Pequeña Nueva Orleans» le pidieron ya, desde otro estado, ser patrocinador de un encuentro musical de talla continental. El Tercer Festival Internacional de Jazz, a efectuarse el mes entrante en Ciudad Valles, San Luis Potosí, y al que vendrán músicos de Estados Unidos y Brasil, será también patrocinado por el citado café de la calle Cristóbal Colón, del centro de Tampico, y aportará lo mismo dinero para su desarrollo, que apoyo logístico y hasta su propio grupo jazzístico. Yunni Balderas, otra muy talentosa joven de la localidad que tiene mucho qué ver en la creación y existencia de «La Pequeña Nueva Orleans», es quien me lo ha revelado. Ella tocará y cantará en tierras vallenses dentro del festival al que en ninguna de sus tres ediciones ha apoyado gobierno ninguno del estado potosino ni de alguna otra entidad, y porque no han querido ni creído. En contraste, a Yunni le han propuesto ya más de una vez, políticos varios del sur de Tamaulipas, «trabajar» con ella y «La Pequeña Nueva Orleans» a cambio de apoyo proselitista, y su «no» ha sido siempre tajante y rotundo. Si no lo ofrecieron en un principio, dice ella, para qué aceptárselo ahora que lo hacen con un muy evidente interés ventajoso. Porque a Yunni, como a Di, los vaivenes políticos le hacen lo que el viento a Juárez.

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