Columnas

Los lastres de la IV T

Polvorin

José Ángel Solorio Martínez

No es por presumir, pero MORENA tiene en Tamaulipas a dos de los peores senadores de todita la república. Ni uno ni otro, han hecho cosa relevante en la Cámara alta del país. La senadora Lupita Covarrubias, lo más trascendente y memorable que ha hecho ha sido desmayarse en plena sesión; y Ameriquito Villarreal, ha realizado algo más relevante que su compañera de curul: recetó aspirinas a uno que otro parlamentario que asiste con los estragos de los excesos etílicos.
Esas han sido las aportaciones de la dupla tamaulipeca al Senado.
No han participado en un solo debate; no han llevado iniciativa alguna y no han realizado gestión para el electorado que los llevó a donde están.
Lupita es una damita del sur del estado. Llegó al parlamento por esas circunstancias de la vida. Son de humorismo involuntario, las entrevistas que ha dado a la prensa sureña. Ameriquito, es otro afortunado: se sacó la lotería, al ganar con el impulso de AMLO en la elección del 2018.
Ninguno de los dos, hicieron campaña.
Se tiraron a la hamaca, y esperaron que el candidato presidencial los llevara al Senado. Y así fue.
Ya no volvieron a Tamaulipas a saludar a sus electores.
En la campaña por el Congreso local, se hicieron los perdedizos. Se encerraron en sus casas y vieron desde sus salas las campañas. De una u otra forma, fueron cómplices de Yeickol Polewsky que vendió candidatos a diputados locales a modo al PAN regional.
Bajo no se sabe que criterio, la parejita senatorial, dio un informe de actividades. De hueva el evento. Dijeron lo que los más potentes senadores morenistas han hecho en la Cámara. El parecito, algunos de los más interesantes debates en el Senado no pudo verlos: estuvieron dormidos. O ensimismados en sus celulares, navegando en el superficial mundo de las redes sociales.
La desfachatez de ambos, de anunciar con algarabía su informe de actividades, es una fatídica broma para los ciudadanos. Ni una línea en sus twitts o en su FB les ha merecido la creciente violencia en el estado o la crisis de los servicios públicos en los Ayuntamientos tamaulipecos.
(A pesar de que Ameriquito vive en Victoria, y que conoce de primera mano la sequía en las tuberías de la Comapa capitalina, no ha sido para llevar el asunto –como problema serio de salud pública– a las instancias del Senado. Y Lupita, que es profesora, no ha dicho esta boca es mía ante los abusos de personal directivo escolar que sigue esquilmando a los padres de familia tamaulipecos con cuotas).
¿Puede MORENA enorgullecerse de estos dos bultos parlamentarios?
Algunos dirán que sí.
Muchos dirán que no.
Sin duda: son los más significativos lastres de la IV T en Tamaulipas.
“Pero hay un dios…”

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