Desafio
Rafael Loret De Mola
Corrían los trágicos años del sexenio de miguel de la madrid cuando su secretario de Gobernación y primero en la lista de los suspirantes presidenciales, Manuel Bartlett, decidió tomar partido, además del PRI en franco desprestigio por los asesinatos de decenas de colegas nuestros habituados por el funcionario mencionado, y pronunció una sentencia que pretendió enérgica y contundente:
–México necesita un presidente fuerte para que pueda gobernar a tantos individualismos y grupos de diversas tendencias.
Tal era su hipótesis sobre cómo controlar a los mexicanos desde un poder ilegítimo, “electo” gracias a mecanismos fraudulentos –como la participación masiva de maestros bajo las instrucciones de Elba Esther Gordillo-, con sus extremos: la compraventa de sufragios y el descarado ribo de urnas.
Todo eso había entonces y las aguas no se salían de cauce, salvo excepciones, porque el pueblo ni siquiera podría entender de lo que se trataba; sólo esperaban las dádivas de los partidos cada tres y seis años.
Esa indecorosa conducta condujo, sin remedio, a la exaltación de un presidencialismo asfixiante que lo mismo legislaba que manejaba, a su antojo, al poder judicial y a sus lacayos dentro del círculo del Ejecutivo aplicando criterios que, desde luego, casi nunca coincidían con los de la sociedad afrentada. Era el pan de cada día, literalmente, lo que trataba de amortizar los abusos aunque, claro, siempre optando por la negociación y el chantaje. Hasta hoy.
Bajo este esquema creció la aristocracia a la mexicana fundamentada en cada una de las “cortes” que rodean a los mandatarios durante cada sexenio y tal es el motivo de la impunidad con la cual se cubren los ex presidentes y corruptos quienes los rodean, protegen y se benefician a sus sombras.
También es notable que las llamadas “primeras familias” –Beatriz Gutiérrez Müller ni quiere ser llamada primera dama pero ejerce como tal, sin duda, y no me molesta; lo mismo decía la hipócrita Marta Sahagún hasta convertir a fox en su títere-, se crucen entre sí. Los Romero Rubio con los Díaz Ordaz; igual que los López Portillo.
La hija de fox, Ana Cristina, fue novia de Ernesto Zedillo Velasco y ahora la hija de peña, Mónica, se presenta como prometida de uno de los sobrinos de la nefasta “Gaviota” quien antes de volver a los foros debería responder por sus evidentes peculados o aclarar cómo recibió la mayor indemnización de Televisa en su ya larga historia.
No hay quien le crea y, por el contrario, cada vez se evidencia más la tremenda crisis de valores en quienes han administrado este país como si fuera mina permanente de oro… de uso exclusivo para ellos y sus nefastos descendientes dentro de la cultura de los juniors que tanto avergüenzan al país sin necesidad de trabajar o de hacer algo útil salvo negocios de la peor escoria como reunirse en una secta, encabezada en México por Emiliano Salinas Ocelli, con basamentos en ritos sexuales para comprometer a sus socios… igual que como sucedió, y acaso sucede, con la por mí bautizada “cofradía de la mano caída”.
La Anécdota
En una conversación, hace tres años, con Ricardo Monreal, entonces delegado de Cuauhtémoc en la Ciudad de México, sostenía yo con el mayor flagelo para México era, políticamente hablando la evidente fusión del presidencialismo con la partidocracia. Con una sonrisa amplia me refutó:
–¡Eso! La partidocracia.
Es lo que debemos combatir y por eso entró Morena al campo electoral, sobre todo para reducir la influencia de los partidos y exaltar la verdadera autonomía entre los poderes de la Unión.
Quienes le escuchábamos parecía que permanecíamos en la secundaria ante un maestro sabelotodo. El tiempo se llevó sus palabras y ahora el mayor defensor de la partidocracia es Monreal, como comparsa del presidencialismo. La primera prueba de ello la tenemos en Puebla en donde Yeidckol Polevnsky le ganó la partida a los operadores del presidente de la República.