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Ya llegaron los paisanos

Fuentes fidedignas.

Por Isaías Alvarez

—Paisano, bienvenido a casa.
La frase salía de la televisión en aquellos diciembres y se mezclaba con el ruido de la cocina. Mi abuela movía los frijoles con una cuchara de madera, el vapor empañaba las ventanas y en la mesa se apilaban platos que todavía no se usaban. El teléfono “de casa” sonaba y alguien decía que ya iban en carretera, que traían juguetes para los niños y bolsas con ropa nueva. En la sala se extendían cobijas sobre el piso, se recorrían los muebles y se dejaba una luz prendida toda la noche, porque así era como empezaba la espera cuando los de Estados Unidos venían a casa.

Recuerdo los rostros de los adultos siempre sonrientes, el asador prendido desde temprano y los huapangos sonando fuerte mientras caía la noche. Hoy entiendo que esa calma venía, en gran parte, de saber que el viaje estaba cuidado. La única preocupación de los que cruzaban era que no se aflojara una cuerda, que no se cayeran las cajas amarradas o que no se quebraran los vasos de vidrio que traían de regalo. Sabían que México los esperaba con los brazos abiertos y que de este lado estaría la entonces Policía Federal – hoy Guardia Nacional- para recibir a los paisanos, marcar el camino y ayudar si hacía falta, incluso cuando una llanta se ponchaba en medio de la carretera.

Hoy me da gusto saber que en Tamaulipas, durante estas fechas, el regreso de paisanos se cuida con operativos especiales y presencia permanente en carretera, con más de mil 700 elementos desplegados para acompañar a quienes cruzan y transitan por el estado. Gracias a eso las tradiciones siguen vivas, mesas llenas, casas abiertas, familias completas otra vez. En redes he visto a amigos sonriendo junto a los suyos, y no pude evitar que la nostalgia regresara, como cada diciembre.

Con el paso del tiempo también entendí que nada de esto ocurre por inercia. El Programa Héroes Paisanos lleva más de tres décadas en marcha, nació a finales de los ochenta y ha sobrevivido a sexenios y modas. Por eso reconozco la labor de la Guardia Nacional y de los elementos de la Guardia Estatal, que hoy están en carretera haciendo posible que ese ritual no se rompa.

También me da gusto que el gobernador Américo Villarreal, se ocupe de que estas tradiciones sigan vivas; quiero pensar que, como muchos, también creció esperando visitas que llegaban de fuera en diciembre. Claro que, no siempre fue así: hubo años en que eso no parecía importar, pues gobernantes como Cabeza de Vaca preferían pasar las fiestas lejos, él y los suyos se iban a Estados Unidos, el país donde nacieron, mientras aquí el regreso se quedaba sin cuidado ni atención.

Y con eso me despido, porque ahora me toca a mí hacer lo que antes veía hacer a los adultos. Prender el asador, acomodar la mesa, subirle a la bocina los huapangos y dejar la luz encendida. Me toca preparar la segunda bienvenida, la de la casa, porque la primera ya se las dieron en el camino las autoridades, esos héroes paisanos que hacen que el viaje llegue sin sobresaltos y que la única preocupación siga siendo la de siempre: que los vasos de vidrio que traen a cada familia lleguen enteros.

Antes era niño y esperaba; hoy ya tengo mi propia familia y también espero a los míos. Cambió el lugar en la mesa, pero no la emoción de volver a recibirlos.

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