Emancipados… hasta que llegó la feria

Fuentes fidedignas. Por Isaias Alvarez
Antes de ser municipio, las tierras donde hoy es Rio Bravo formaban parte de una enorme hacienda llamada La Sauteña, que desde 1781 abarcó extensiones inmensas entre las regiones agrícolas del norte tamaulipeco. Esa estructura latifundista comenzó a fracturarse tras la Revolución y el reparto agrario; nacieron colonias, ejidos y una comunidad con identidad propia que poco a poco reclamó vivir bajo sus propias reglas.
Ese sueño se cristalizó el 4 de diciembre de 1961, cuando se decretó la emancipación municipal, y meses después, el 10 de enero de 1962, Río Bravo quedó oficialmente reconocido como municipio autónomo. Era mucho más que una formalidad: se acabó la tutela externa. La comunidad había ganado el derecho de gobernarse, de levantar la frente y decir: “Aquí mandamos nosotros”.
Seis décadas después, parece que todo fue para nada.
Porque en el mes en que deberíamos celebrar aquella libertad conquistada, Miguel Ángel Almaraz Maldonado decidió entregar de nuevo el municipio a intereses ajenos: al clan de Maki Ortiz y Carlos Peña Ortiz, quienes han convertido la feria local en su escenario de poder y propaganda. Una cesión política descarada, corriente, pero sobre todo, costosa.
¿El precio? Una feria. No una inversión, no desarrollo, mucho menos infraestructura: una feria. Y para que ellos lucieran su presencia, el alcalde no dudó en destruir la Unidad Deportiva Las Liebres, un espacio público que el gobernador Américo Villarreal acababa de rehabilitar con inversión estatal para la juventud, el deporte y la convivencia familiar.
No fue casualidad que Almaraz se empeñara en que fuera ahí, en ese sitio en específico: fue una afrenta política directa al gobernador. Donde el gobierno del estado sembró comunidad, él montó circo. Donde había duela nueva, puso hielo artificial. Donde había deporte, colocó carpas para que los enemigos del proyecto estatal se pasearan como dueños de plaza.
Así, en el lugar donde la historia marcó independencia, el presidente firma sumisión a sus aliados y patrocinadores. Lo que costó décadas ganar —el derecho a decidir en casa propia— hoy se pierde por la complacencia de un alcalde que prefiere padrinos que principios. Río Bravo nació libre, se emancipó para dejar de ser botín y terminó convertido otra vez en moneda de cambio.
Y ojo que no estoy en contra de que se haya realizado la feria, a Rio Bravo le hacía falta sobresalir mínimo en algo y tener un lugar digno para el entretenimiento, sin embargo no debía ser a costa de arruinar el parque mas concurrido de la ciudad ni mucho menos aliarse con el clan de los Makitos para que se llevara a cabo.
Y cuando apaguen las luces de la feria, quedará a la vista lo que realmente se negoció: no fue el parque, fue la ciudad entera. Al tiempo.



