Grupo de misóginos va por la dirigencia del Partido Verde en Tamaulipas

Sin Filtros; por Brenda Ramos
El Partido Verde Ecologista de México se pinta de paridad, pero actúa con misoginia. Lo de Manuel Muñoz Cano fue el retrato perfecto de un poder acostumbrado a confundir liderazgo con machismo. Y lo más grave es que, pese a estar sancionado por violencia política de género, sigue moviendo los hilos de un grupo que hoy, en silencio, busca quedarse con la dirigencia estatal.
El 22 de octubre, el Instituto Electoral de Tamaulipas lo declaró culpable por referirse a la diputada Katalyna Méndez Cepeda como “la niña que está en el Congreso”. El fallo fue unánime y lo inscribió en el Registro Nacional y Estatal de Personas Sancionadas en Materia de Violencia Política de Género. La multa fue mínima, pero el precedente enorme, por primera vez, un dirigente partidista en Tamaulipas fue sancionado por violencia simbólica y verbal.
Desde entonces, el Verde estatal está en silencio porque se preparan. Porque ese mismo grupo —los que protegieron a Muñoz, los que se beneficiaron de su poder— hoy se reagrupan para quedarse con lo que queda del partido.
Pero no solo Manuel encaja en el molde de misógino, luego de su sanción la activista Luz Blázquez Hernández, ciudadana de Reynosa, se atrevio a señalar al alcalde de Reynosa Carlos Peña Ortiz de lo mismo. Denunció públicamente haber sido agredida por el alcalde Carlos Peña Ortiz, quien la llamó “huachicolera” sin prueba ni fundamento alguno. Luz no se quedó callada, presentó una denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción y anunció que buscará hacerlo también ante el IETAM, para que su caso sea tratado como violencia política de género.
Su mensaje fue claro: “No normalicemos las agresiones. Abramos camino para que nuestras voces se escuchen sin miedo a represalias”.
El eco de su voz expuso el verdadero rostro del Verde en Tamaulipas: un partido capturado por una élite que simula paridad, pero opera con misoginia. Mientras Muñoz Cano intenta reelegirse a pesar de estar legalmente inhabilitado, su grupo se mueve en silencio. Si él no puede, lo intentarán otros: Carlos Peña Ortiz, Maki Ortiz, Casandra de los Santos y su círculo cercano.
A esa estructura se suman José Ramón Gómez Leal y la diputada federal Claudia Hernández, aliados que desde hace meses impulsan al Verde como vehículo político alterno, intentando sostener lo insostenible. Todos callan, todos se protegen, todos esperan que la tormenta pase. No discuten el fondo, solo reparten los cargos. No defienden la ley, solo los intereses.
Pero el silencio también habla. Habla de un partido que perdió la brújula moral, de una dirigencia que tolera agresores y de mujeres que, en lugar de romper el círculo, lo alimentan. El Verde en Tamaulipas se convirtió en un refugio para el machismo con discurso ecológico, una organización donde la violencia se maquilla con campañas de “igualdad” mientras se protege a quienes la ejercen.
El Comité Ejecutivo Nacional del Verde no puede mirar hacia otro lado. La pregunta ya no es si Manuel Muñoz Cano puede reelegirse, sino si el partido permitirá que un grupo señalado por violencia política y misoginia llegue a controlar su dirigencia en Tamaulipas. Si lo hace, el mensaje será devastador: que la paridad solo fue un eslogan… y la misoginia, su verdadera línea política.



