Cuando la cámara incomoda al poder

CRÓNICAS DEL SUR | Por Jose Juan Tomas
Hay escenas que se repiten una y otra vez en las ciudades del sur de Tamaulipas: una patrulla se atraviesa, un oficial hace la seña, el conductor se orilla. Lo que casi nunca cambia es el guion: acusaciones sin fundamento, amenazas veladas, la insinuación de “arreglarlo” ahí mismo. Pero esta vez, la historia no se quedó en el anonimato.
Juan Luis Ramírez —creador de contenidos para Facebook y conocido por sus recorridos vespertinos en el Sur de Tamaulipas— cayó en las garras de una patrulla de Tránsito de Ciudad Madero… o al menos eso pensaban los oficiales. No contaban con que todo estaba siendo transmitido en vivo, con miles de ojos presenciando lo que por años muchos han denunciado: la extorsión institucionalizada.
Eran casi las siete de la tarde cuando la unidad S10 MAX con placas WW-3279-B les marcó el alto a él y a un grupo de amigos “tiktokeros”. Viajaban rumbo a un nuevo recorrido para el portal Tampico, Puerto Jaibo. La oficial —por momentos altanera, por momentos intimidante— les insistía que el conductor había ingerido alcohol. Que olía a cerveza. Que “algo traían”. El problema es que nada de eso era cierto. No había prueba, no había razón, no había fundamento… pero sí había pretexto.
Y entonces, lo inevitable: la amenaza directa. “Si quieren irse, ya saben cómo arreglarlo”. La misma frase que se repite en calles, avenidas, retenes improvisados. Sólo que esta vez, la cámara apuntaba a la verdad. Cuando la oficial notó que estaba siendo grabada, el discurso cambió. Ya no era “arreglarlo”. Ahora era “todo al corralón”. Se llevaron el vehículo, sí, pero se llevaron también una evidencia incómoda para la administración de Erasmo González Robledo, alcalde de Ciudad Madero.
Juan Luis Ramírez narró todo el episodio, paso a paso, mostrando cómo los tránsitos buscan intimidar, cómo improvisan acusaciones, cómo la corrupción se convierte en rutina. Y lanzó un llamado directo al gobernador Américo Villarreal: “Ponga un alto a estos tránsitos mordelones”. Palabras duras, pero inevitables cuando el abuso es tan descarado.
Porque los agentes viales no actúan solos. Operan con la tranquilidad de quien sabe que nadie lo sancionará. De quien siente el respaldo —o al menos la omisión— de una autoridad municipal que los ha convertido en recaudadores informales. En la calle ya se murmura que “los manda a robar”. Que los solapan. Que mientras lleguen los números, nadie pregunta cómo los obtienen.
La cámara de un teléfono inteligente hizo lo que durante décadas no hicieron los mecanismos internos de control: exhibió. Y cuando algo se exhibe para miles de personas, la narrativa oficial se derrumba. Lo que queda es la realidad cruda: un sistema de tránsito contaminado hasta el tuétano, donde la extorsión es modus operandi y el ciudadano es presa fácil… hasta que saca el celular y prende la transmisión.
En el Sur, las calles hablan, los videos gritan y la gente está cansada. Ojalá que esta vez alguien escuche.



