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Los impresentables

Fuentes fidedignas. Por Isaias Alvarez

Aun recuerdo las notas periodísticas en torno a la presidenta Claudia Sheinbaum, cuando supuestamente dijo que el exgobernador Eugenio Hernández Flores era un impresentable para desempeñarse como candidato por Morena.

La historia se escribió diferente y, aunque fue lanzado por el Partido Verde -no nos sorprende- nos queda claro que, efectivamente, por donde se vea, el mejor conocido como Geño, es un impresentable. Pero ¿a que se debe el que partidos políticos le apuesten a lanzar expresidiarios y presuntos delincuentes como candidatos?

La respuesta es tan cruda como obvia, porque pueden, aunque los estatutos de cada partido digan otra cosa. Porque en México la desmemoria es rentable y la justicia tiene fecha de caducidad. Los partidos ya no seleccionan a sus candidatos por méritos, sino por cuantos votos van a conseguir.

Si un exgobernador, exalcalde o exfuncionario conserva simpatías, dinero y estructura electoral, parece que se le perdona cualquier pecado. El voto vale más que la vergüenza.

Ahí están los ejemplos, Eugenio Hernández Flores, exgobernador priista con expediente por lavado de dinero, ahora reciclado por el Partido Verde; ahora tiene una semanas que lo están impulsando para volver a contender ahora por la alcaldía de la capital del estado.

Miguel Ángel Almaraz, señalado por robo de hidrocarburos a la nación; o José María “Chema” Tapia, exdirector del Fonden en tiempos del sexenio de Enrique Peña Nieto, hoy redimido en la 4T – aunque lo hayan desconocido- como si la honestidad se otorgara por decreto.

Y no son los únicos. Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, el “Rey de la basura”, regresó a la escena política del PRI pese a acusaciones de trata. Napoleón Gómez Urrutia, exiliado durante años por el desfalco del fideicomiso minero, fue senador de Morena.

Manuel Bartlett, acusado en los ochenta de manipular elecciones y en los noventa de acumular fortuna inexplicable, hoy es símbolo de la “soberanía eléctrica”. Los mismos de siempre, solo cambiaron de color.

En esta nueva política, ser impresentable ya no es un obstáculo, incluso hasta puede ser un plus. Los partidos, obsesionados con ganar, apuestan por lo que en su jerga llaman “activos territoriales”: personajes con estructura, dinero, o miedo que ofrecer.

Por eso vemos cómo las cúpulas abren las puertas a quienes ayer juraban combatir. En Tamaulipas, los mismos que fueron símbolo del saqueo y la corrupción ahora reaparecen “purificados”. Lo que se premia no es la lealtad al pueblo, sino la capacidad de operar, repartir, intimidar o movilizar.

La lección es amarga pero cierta, la política mexicana, en su mayoría, se volvió un negocio de reciclaje político. Los partidos ya no limpian sus listas, las lavan. Y los ciudadanos, por cansancio o desmemoria, terminan votando por quienes deberían estar inhabilitados, no en la boleta.

Porque sí, la pregunta era ¿por qué postulan delincuentes?
La respuesta: porque seguimos votando por ellos.

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