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Los ecos del desarrollo

Sin Filtros; por Brenda Ramos

Todavía se sienten los ecos del tercer informe del doctor Américo en los pasillos de Palacio. De aquel conversatorio que revisó hasta dónde ha avanzado Tamaulipas desde aquel primero de octubre de 2022, cuando el nuevo gobierno encontró un estado cansado, sin dirección y con la confianza rota.

Américo Villarreal Anaya habló de proyectos,de cómo ha buscado convertir las ventajas naturales del estado en una plataforma de desarrollo: los 18 cruces internacionales que lo conectan con la economía más grande del mundo, los puertos de Altamira y Matamoros, y la fuerza energética del gas y el petróleo que nacen en su territorio.

Hoy jueves en entrevista con un medio nacional, enumeró obras que hoy ya se construyen y que, más allá de los anuncios, comienzan a cambiar el mapa productivo: la segunda línea del acueducto de Victoria, que asegurará el agua por 50 años; la tecnificación de los Distritos de Riego en la zona norte; el ferrocarril Saltillo–Nuevo Laredo, pieza clave para el corredor industrial; el Puerto Seco que se proyecta en la capital; y la carretera El Mante–Ocampo–Tula, que conectará la sierra con el Golfo.

Según el INEGI, Tamaulipas registró el tercer mayor crecimiento industrial del país. Un dato que no resuelve todo, pero que marca una tendencia: la economía local se mueve, respira, se sacude del letargo.

El contraste con el pasado es evidente, ahora se habla de planeación, de largo plazo, de competitividad. El reto es que esas palabras no se queden en el aire, sino que se traduzcan en bienestar cotidiano, en agua que llegue a los hogares y en empleo que dure más de una temporada.

En Tamaulipas, la política también se está reacomodando. Los viejos cacicazgos se disuelven, los nombres que antes eran sinónimo de poder hoy pesan menos. No se trata de revancha, sino de paso del tiempo: los gobiernos del pasado quedaron atrás, y la gente mira hacia adelante esperando que este nuevo rumbo no se detenga en promesas.

Los del informe, esta vez, suenan distinto. Suenan a recordatorio de que el desarrollo no se infla con promesas sino que se construye con hechos.

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