El Coyote

Por Oscar Díaz Salazar
Aunque ya teníamos un buen tiempo cultivando la amistad, con el pretexto de intercambiar información y opiniones de los temas públicos, un día me dijo: “no quiero hacerme su amigo porque a usted se le están muriendo muy rápido”, y enseguida agregó”: “pero escribe usted muy bonito de sus amigos difuntos”.
Debo reconocer, con mucha tristeza, que el amigo Victor Contreras tenía razón, al menos cuando me hizo ver que me estaba quedando huérfano de amigos, y que me estaba ocupando con mucha frecuencia de las despedidas, las Elegías se llama el género literario.
Hoy se confirma eso que me dijo el Coyote no hace mucho tiempo, con su fallecimiento que nos duele, a su familia y a muchos de quienes gozamos el gran privilegio de su amistad.
En cuanto a escribir despedidas bonitas, será más complicado para mi, y no por falta de sentimientos o de anécdotas que compartir de las muy interesantes y divertidas conversaciones que disfrute en el breve tiempo que nos frecuentamos, unos cinco años aproximadamente.
Las primeras veces que coincidimos, fueron reuniones formales entre colegas, para comentar algunos temas relacionados con personajes y actividades de la región fronteriza.
Acompañó por un tiempo a un aspirante a la gubernatura, que no fue. Lo perdí de vista un par de años, que él dedicó a estudiar una maestría en periodismo en la Carlos Septien. Ya de regreso a Tamaulipas, nos reunimos en cada ocasión en la que coincidimos en la misma ciudad, tanto en sus vueltas a Reynosa, como mis visitas a Tampico, y en Ciudad Victoria, a la que acudía “cada vez que me cites compadre”, que fue la respuesta que dió a Paco Cuellar cuando le preguntó con qué frecuencia iba a la capital.
Victor Contreras ya era El Coyote, Don Coyote y Don Victor, cuando yo lo conocí. Ya había escrito miles de cuartillas, ya había fundado periódicos. Ya había dirigido medios impresos. Ya había vivido intensamente. Había vivido, bebido, amado y disfrutado a plenitud.
Les platico de sus últimos cinco años porque es de los que tuve información de primera mano, y tuve también el privilegio de su amistad. Pero me quedo corto si quisiera platicarles tan solo un poco de un colega que admire por su agudeza, por su constancia, por el compromiso que tenía con sus lectores y por la pasión que ponía a su trabajo.
Expreso mis condolencias a sus deudos, y les pido su comprensión por fallarle al amigo y no “escribir bonito” en su despedida, pues a mis limitaciones, agrego hoy una gran tristeza por su ausencia.