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Mario “N” y la factura del cabecismo

Sin Filtros; por Brenda Ramos

Mario “N” es un recuerdo vivo de lo que fueron los años azules de Tamaulipas, cuando Francisco García Cabeza de Vaca vendió la idea de cambio y progreso mientras vaciaba las arcas públicas con la misma destreza con la que un tahúr barajea las cartas. Cercano al círculo familiar del exgobernador, el exsecretario de Educación se convirtió en el ejemplo perfecto de cómo la política cabecista confundió la función pública con la administración de un botín.

Hoy la justicia tocó su puerta. El Tribunal de Enjuiciamiento Unitario, encabezado por la jueza Martha Patricia Rodríguez Salinas, de la Primera Región del Primer Distrito Judicial del Poder Judicial de Tamaulipas, lo declaró responsable de peculado y ejercicio ilícito del servicio público, delitos tipificados en los artículos 209, 211, 218 y 219 del Código Penal del Estado. No fue un juicio cualquiera, los rumores y filtraciones se quedaron cortos frente a testigos y peritajes que desnudaron la trampa de un convenio firmado en la penumbra del poder, un acuerdo que jamás debió ver la luz. El exfuncionario se arrogó facultades que no tenía, convencido de que la Secretaría de Educación podía funcionar como una caja chica al servicio de sus ocurrencias.

El primer hallazgo no deja lugar a dudas. En enero de 2018, Mario “N” estampó su rúbrica en un convenio con Metlife, comprometiendo a los trabajadores de la dependencia en un seguro individual voluntario con cargo a la nómina. Un acto que parecía administrativo, pero que escondía una grieta enorme en el muro de la legalidad. Firmó sin ser el titular y lo hizo en un terreno que no le correspondía.

La ruta del dinero siempre revela la verdadera historia. Durante la vigencia del convenio, del 15 de enero de 2018 al 30 de septiembre de 2022, Metlife transfirió exactamente $8,285,878.87 a cuentas de la Secretaría de Educación en el Banco Santander. Dinero que nunca llegó a la Secretaría de Finanzas, la única facultada para manejar esos ingresos. Como sucede en los mejores capítulos de la picaresca política, el dinero tomó atajos, desvió caminos, obedeció intereses personales.

La segunda prueba es todavía más corrosiva. Los recursos descontados a los trabajadores se utilizaron en pagos diversos y, lo más grave, terminaron engordando las cuentas del propio Mario “N”. Sin autorización de Finanzas, sin control presupuestal y sin el más mínimo pudor. Un esquema burdo, sí, pero funcional en los años de complacencia panista.

El castigo parece inevitable. La ley prevé hasta veinte años de prisión y el 26 de agosto, a las 11:30 horas en la Sala H del Centro Integral de Justicia en Tamaulipas, se celebrará la audiencia pública de individualización de sanciones y reparación de daño que definirá el destino del exsecretario. En el banquillo no solo se sentará un hombre, sino un estilo de gobierno que confundió el poder con el saqueo.

Mientras la justicia avanza, la postal del contraste resulta insultante. Cabeza de Vaca disfruta de su exilio dorado en Texas, protegido por la fortuna que amasó durante su sexenio. Su fiel colaborador en cambio enfrenta tribunales locales y federales, sin la cobertura de un sistema judicial que ya no responde a consignas del exgobernador.

La ironía es clara. El patrón vive como rey en el extranjero y el secretario enfrenta la posibilidad de vivir como reo en Tamaulipas. Al final, la suerte de los alfiles confirma una vieja máxima de la política mexicana, los capos siempre huyen primero y dejan a sus peones a merced del verdugo.

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