ColumnasOpinión con sentidoPolíticaPrincipal

Quien resuelve, gobierna

Fuentes Fidedignas. Por Isaías Álvarez

Hoy, cualquiera que aspire a formar parte de la vida de otro —sea en lo personal, lo profesional o lo público— tiene que resolver. Ya no basta con estar, con prometer o con decir lo correcto. Lo que se espera es eficiencia. Que cuando algo se rompe, alguien sepa cómo arreglarlo.

Y en el servicio público esa expectativa se convierte casi en exigencia.

Esta semana en Matamoros, los trabajadores sindicalizados del municipio denunciaron el desabasto de medicamentos. No pedían privilegios, pedían lo indispensable: tratamientos para cáncer, diabetes, hipertensión; enfermedades que no se pueden aplazar. El alcalde Beto Granados reconoció de inmediato el origen del problema: un proveedor heredado de la administración anterior. Pero en lugar de instalarse en la queja, actuó. Se restableció el abasto, y se instruyó el reembolso a quienes habían tenido que pagar sus medicinas de su bolsillo.

Esa respuesta rápida y directa fue reconocida por el secretario general del sindicato, Alejandro Millán Robledo. No hubo alarde, pero sí un mensaje claro: aquí las cosas no se ignoran, se atienden. Y se resuelven.

En otro escenario, el de la fiscalización federal, también hubo una declaración que vale rescatar. El Auditor Superior de la Federación, David Colmenares, participó en un evento en Tamaulipas. Desde el micrófono, hizo una pausa para marcar diferencia, dijo que en el pasado, los funcionarios estatales simplemente no asistían, que no había interlocución, pero hoy sí. Y justo ahí, entre los comentarios, soltó una frase que no pasó desapercibida: “con Erasmo González sacamos diez”.

No lo dijo como fórmula decorativa, sino como testimonio. Se refería al tiempo en que Erasmo presidía la Comisión de Presupuesto en la Cámara de Diputados, una etapa en la que —en palabras del propio Auditor— las cosas caminaban, los acuerdos fluían y los recursos se liberaban. Erasmo sabía hacer su trabajo. Y no porque todo fuera fácil, sino porque entendía el proceso, sabía leer el momento y tenía claro que lo importante no era figurar, sino funcionar. El reconocimiento de Colmenares fue más que personal: fue institucional. Porque en ese nivel, no se elogia a quienes solo hacen ruido, se recuerda a quienes hicieron que las cosas pasaran.

La tercera escena ocurrió en el Senado. La senadora Olga Sosa Ruíz subió a tribuna con una iniciativa que no solo es oportuna, sino urgente. Propuso reformar el Código Penal Federal para tipificar como delito el uso de inteligencia artificial en la manipulación de imágenes íntimas sin consentimiento. Lo que ya se conoce como deepfakes sexuales. Y no lo hizo desde la indignación, sino desde la técnica legislativa: propuso penas de tres a seis años de prisión, la ampliación de la Ley Olimpia, definiciones claras para cerrar lagunas legales.

En su exposición de motivos, citó un caso paradigmático: el de Diego N., exalumno del IPN detenido con más de 166 mil imágenes alteradas con IA, muchas de ellas de sus compañeras. También recordó que el 96 por ciento de los deepfakes identificados en 2019 eran pornográficos, y que la mayoría afectaba a mujeres. Su propuesta no es anecdótica ni coyuntural, es una solución estructural a un problema que crece en silencio. Por eso fue respaldada incluso por la presidenta de la República, quien dijo en su conferencia del 20 de mayo que “sí debe tipificarse, porque es delito”.

Olga no se sumó a la discusión, la condujo. Y lo hizo con las herramientas que están al alcance de quienes entienden que la ley no debe llegar tarde.

Tres momentos, tres ámbitos distintos, pero un mismo fondo: la capacidad de respuesta. Frente al desabasto, una solución. Frente a la memoria institucional, un reconocimiento. Frente a la violencia digital, una propuesta jurídica. Y es ahí donde la frase que empezó como tendencia se vuelve exigencia: el país necesita a quienes resuelvan.

En tiempos donde muchos sobreactúan, otros simplemente trabajan. Y cuando uno ve con claridad quiénes no se excusan, no postergan y no esquivan, se entiende por qué algunos nombres quedan en la memoria pública.

Porque al final del día, entre tantos que adornan el problema, la gente siempre recordará al que tuvo el carácter —y el oficio— de resolver.

Notas relacionadas

Botón volver arriba