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Irán vs. Israel: una guerra que empezó en el Génesis

Sin Filtros; por Brenda Ramos

Desde que el mundo es mundo —y el relato humano se ha tejido entre símbolos, guerras y promesas incumplidas—, hay linajes que parecen estar destinados a encontrarse… pero solo para chocar.

No hablamos solo de naciones modernas, sino de pueblos antiguos cuyas tensiones resuenan hasta hoy con el eco de los profetas. Uno de esos conflictos que parece no agotarse es el de Israel e Irán, un duelo que, para quienes miran más allá de las noticias del día, no comenzó en el siglo XXI, sino en los tiempos del Génesis.

Todo comienza con Abraham, padre de Israel, y una batalla contra una coalición de reyes, uno de ellos llamado Cedorlaomer, rey de Elam. Elam, por cierto, es una de las regiones que hoy forma parte del suroeste de Irán. No es poca cosa: la primera guerra que libra el patriarca del pueblo hebreo es contra los antecesores del actual Irán. Abraham vence y rescata a su sobrino Lot. Ahí se siembra la semilla de un conflicto milenario.

Luego, los elamitas volverán a aparecer en las Escrituras, mencionados entre los enemigos del pueblo de Dios. Curiosamente, el Imperio Persa, antecesor directo del Irán moderno, fue también el que liberó a los judíos del exilio babilónico.

Ciro el Grande, en el siglo VI a.C., no solo permitió su regreso a Jerusalén, sino que es llamado por el profeta Isaías: “Mi ungido”. Un rey no israelita, nombrado con título mesiánico. Este episodio parecía romper el patrón de enemistad. Sin embargo, esa alianza no duró para siempre. Con el paso de los siglos, los descendientes de aquel imperio, asentados en lo que hoy es Irán, volverían a ocupar un lugar ambivalente en el relato profético: a veces como aliados, otras como antagonistas del pueblo de Israel.

En el libro de Daniel también encontramos referencias a Irán e Israel en clave profética, allí, las tensiones ya no se narran como crónicas de reyes y batallas, sino como visiones apocalípticas, bestias salidas del mar. En esa visión, el imperio medo-persa, correspondiente a los antecesores de Irán, está representado por un carnero de dos cuernos, símbolo de poder dual que se expande hacia occidente, el norte y el sur. Israel, en cambio, aparece como la víctima de estos imperios sucesivos, aunque sin representación directa como bestia, sino como pueblo perseguido y restaurado.

Más adelante, el profeta describe un león con alas de águila, que luego son arrancadas. Para muchos estudiosos actuales, este símbolo no se queda en la Antigüedad: el león remite a Inglaterra y las alas a Estados Unidos, que al ser separadas representan su independencia del viejo imperio. El texto adquiere entonces una segunda capa de lectura, donde los poderes modernos también están prefigurados como actores espirituales. En esa misma línea, el macho cabrío que destruye al carnero —históricamente Grecia— también ha sido interpretado como la irrupción de potencias occidentales sobre Medio Oriente, anticipando un conflicto más allá de lo militar: uno ideológico, civilizacional.

Y si vamos al último libro, el Apocalipsis, las bestias regresan, pero ahora con un sistema mucho más complejo: hay un dragón, una bestia del mar y otra de la tierra. Aquí es donde algunos analistas colocan a Estados Unidos como el sistema que impulsa la unión global entre religión, economía y guerra, capaz de imponer leyes, sanciones y una visión de mundo.

Israel, mientras tanto, aparece como eje espiritual y campo de batalla, mientras las naciones se agrupan contra ella, cumpliendo profecías como la de Gog y Magog, donde muchos ubican a Irán dentro de esa coalición oriental que desata el conflicto final.

Aquí termina el relato simbólico. El que habla con lenguaje de visiones y bestias, de reyes llamados por Dios y de imperios que cruzan las páginas de la Biblia como si se tratara de mapas estratégicos. Pero la historia no se quedó en la Antigüedad. En estos días, la tensión se ha reactivado con una violencia que parece sacada de los textos apocalípticos.

Ayer el parlamento de Irán aprobó cerrar el estrecho de Ormuz, paso estratégico por donde circula una quinta parte del petróleo mundial despues de que Estados Unidos ejecutó ataques aéreos contra instalaciones estratégicas de Irán en Siria e Irak, argumentando que eran operaciones contra milicias respaldadas por Irán responsables de ataques previos.

En represalia, hoy Irán lanzó drones y misiles contra la base aérea de Al Udeid en Catar, una de las más importantes para el Pentágono en la región. Aunque el ataque fue interceptado, el mensaje fue inequívoco: Irán tiene alcance, decisión y voluntad de escalar.

En paralelo, misiles iraníes impactaron en Ashdod, Israel, mientras que aviones israelíes bombardearon objetivos militares en Teherán, incluyendo la prisión de Evin. El conflicto se extendió a múltiples frentes. A pesar de las ofensivas, Estados Unidos promovió un cese al fuego de dos fases: primero Irán, luego Israel. El gobierno iraní respondió que solo detendría los ataques si Israel cesaba primero.

El mundo observó con tensión. Los precios del petróleo cayeron cerca de un 7 % ante la expectativa de una desescalada diplomática, y Qatar emergió como mediador clave entre Washington y Teherán. En cuestión de horas, pasamos del simbolismo bíblico al lenguaje de los misiles y la diplomacia de emergencia.

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