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¿Traición en casa? El PRI se cuela a la Oficina Fiscal de Reynosa

Sin Filtros; por Brenda Ramos


Poner a Betico en la Oficina Fiscal del Estado es regalarle armas a los detractores para que digan que en Tamaulipas los capos políticos todavía mandan desde las cárceles, que el viejo régimen no solo respira, sino que sigue decidiendo.

Y no es exageración. Humberto “Betico” Valdez Richaud no solo huele a pasado rancio, huele a lealtad con Tomás Yarrington: su padrino político, su origen, su escuela. Aunque el exgobernador esté encerrado o lejos, su nombre vuelve cada vez que Betico aparece.

En Reynosa ya corrió la versión. Sus aliados la soltaron como quien deja escapar un secreto a medias, lo hacen con el tono confiado del que ya se siente nombrado, lo cacarean sin pena, como si no supieran que hay quienes no olvidan. Y en los cafés ya se comenta que Betico se anda afilando las uñas y relamiendo los bigotes, porque no viene por la oficina, viene por lo que pueda hacer con ella.

Nadie se engaña. Betico no es técnico, ni es nuevo, ni mucho menos transparente. No llega a servir, llega a cobrar favores, a recuperar terreno, a hacer negocios. Lo que busca no es estabilidad fiscal, sino poder y caja chica. Así de claro.

Lo que más inquieta no es que vuelva, es lo que representa. Representa ese viejo estilo de hacer política con sonrisa de compadre, con promesas entre líneas, con acuerdos de madrugada. Lo saben todos y pronto los aliados del Makito dirán : que con este nombramiento se demuestra que Tomás todavía manda. Y que esa frase circule con tanta soltura debería bastar para frenar cualquier intento de colocarlo.

La Oficina Fiscal es un área delicada, con acceso a información estratégica, con capacidad de influencia real y con impacto directo en la operación del Estado. Poner ahí a alguien con colmillo viejo y hambre nueva no abona, entorpece.

Los que lo impulsan lo saben. Por eso no lo anuncian de frente, lo sueltan como globo de ensayo para medir el silencio, y si no hay ruido, avanzan. Es su estilo, siempre ha sido así.

Mientras tanto, él hace cuentas, ajusta contactos, repasa proveedores. Porque si algo ha aprendido es que cuando el tiempo es corto, los negocios deben ser rápidos y sin ruido. Y Betico no viene a perder el tiempo, viene a recuperar lo que considera suyo.

Y si todo esto se sabe desde antes, si las señales están sobre la mesa, la pregunta es simple: ¿para qué darles armas a quienes se disfrazan de aliados, pero están esperando el momento justo para clavar la estocada desde México?

Porque no hay que perder de vista el patrón: ¿no es demasiada coincidencia que los mismos cercanos a Eugenio —y aliados de Maki— sean los que hoy promueven a Betico?

¿No será que lo empujan al cargo solo para luego exhibirlo ellos mismos, armar el escándalo, y presentar en la capital el cuento de que Tamaulipas volvió a las manos del PRI disfrazado?

¿No son ellos mismos los que lo inflan para después chismearlo, tergiversarlo y usarlo como la mona de pelea? Porque si algo saben hacer los lobos con piel de oveja, es prenderle fuego a la casa mientras gritan “¡se está quemando!”

Y ahí está el riesgo. No es un nombramiento más.
Es una trampa política servida con moño: lo promueven para luego apuñalarlo, y de paso, desfondar al gobierno desde dentro.

Darles esa oportunidad sería regalarles el guión perfecto y las armas para seguir obstaculizado la transformación.

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