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El costo de la ineptitud

Fuentes fidedignas.

Por: Isaías Álvarez

Hay errores que se pagan caro, y en Reynosa, la incapacidad de sus autoridades para enfrentar las lluvias pasadas no solo dejó calles anegadas y hogares devastados, también dejó una deuda moral y económica que terminaron pagando todos los mexicanos. La incompetencia no es gratuita, aunque sus protagonistas nunca saquen la cartera.

Mientras miles de familias esperaban ayuda, Carlos Peña Ortiz apareció… 28 horas después. Tarde, desubicado, como si la emergencia no fuera en su municipio. Esa ausencia —no solo física, sino de liderazgo— obligó en parte, al Gobierno Federal a movilizar recursos extraordinarios para atender a los damnificados. Solo en apoyos económicos directos, se desembolsaron 96 millones de pesos, beneficiando a 12 mil familias censadas —o «sensadas», como diría la senadora Maki Ortiz—. Pero eso fue apenas el principio.

Cada familia recibirá también un paquete de enseres domésticos: estufa, refrigerador, colchón, abanico y vajilla. Un paquete que, de acuerdo con estimaciones conservadoras, ronda los 20 mil pesos por hogar. Haciendo cuentas rápidas, hablamos de otros 240 millones de pesos que saldrán de las arcas públicas. Así, la factura provocada por la inoperancia municipal asciende a más de 336 millones de pesos. Casi una tercera parte de todo el presupuesto anual de infraestructura de una ciudad mediana en México.

Peor aún: mientras los apoyos federales llegaban y se organizaban las entregas, el Ayuntamiento brillaba por su ausencia. Ni siquiera tuvieron la decencia de informar en sus redes sociales dónde, cuándo y cómo se entregarían los apoyos. La gente, una vez más, quedó a merced del boca en boca y del esfuerzo de los servidores de la nación y medios de comunicación locales. Un alcalde escondido, una comunicación ausente, un municipio a sin rumbo.

Y pensar que, en 2022, el gobierno de Carlos Peña presumía haber destinado casi el 60% de su presupuesto de obra pública a proyectos hidráulicos. Lo llamaron «el año del agua», como si el solo bautizarlo garantizara resultados. ¿Dónde quedaron esos millones? La presa «rompepicos» de El Águila, que prometieron como escudo contra las lluvias, terminó pareciendo más una calichera abandonada que una verdadera obra de protección. La infraestructura que debía salvar a Reynosa del desastre demostró ser, como el alcalde mismo, un cascarón vacío.

No es difícil entender, entonces, el ánimo con el que llegó la presidenta de México en su reciente visita a Reynosa. A paso firme, rostro serio, Claudia Sheinbaum dejó claro que sabía lo que había ocurrido. Mientras tanto, Carlos Peña Ortiz, relegado hasta las filas traseras, parecía más un escolta despistado que el presidente municipal de la ciudad. Sin autoridad, sin peso político, sin dignidad.

En Reynosa, el agua se llevó muchas cosas: muebles, techos, vehículos, ilusiones. Pero lo que no logró arrastrar fue la memoria de la gente. Esa memoria que, tarde o temprano, también pasa la factura a quienes creen que gobernar es posar para la foto y desaparecer cuando más se les necesita.

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