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Dia negro para el clan Peña Ortiz

Fuentes fidedignas. Por: Isaías Álvarez

Lo que eran risas, burlas y verles la cara hacia la gente de Reynosa, a los ‘300’ protestantes y a las colonias inundadas, se convirtió en una gira presidencial convertida en crónica del desprecio anunciado; un día de miedo para los makiavelicos con la visita de la presidenta de la república, Claudia Sheinbaum Pardo ¿Por qué digo esto? Acompáñeme a repasar los hechos.

Desde Reynosa, la presidenta soltó verdades envueltas en cortesía institucional. “Desde el primer día que llovió estuvo aquí la coordinadora de Protección Civil”, dijo, con voz firme. La traducción no requiere diccionario: mientras Laura Velázquez ya andaba enlodada en el pantano, Carlos Peña seguía ajustando su peinado para salir en Facebook desde sabrá dios donde. Y cuando por fin apareció, 28 horas después, la ciudad ya olía a abandono.

Eso lo debe de saber la doctora. Y lo dijo con otra frase todavía más filosa: “el censo ya se levantó, los apoyos vienen, pero quien los entregará será la Secretaría de la Defensa Nacional” dijo. ¿El Ayuntamiento? No sirve para nada. Mejor evitar otro reality show donde te piden la credencial y te hacen elegir entre una parrilla y un colchón, como si fuera programa de concursos, no ayuda por emergencia. Y ojo, que esto lo dijo la gente.

La presidenta vino a poner orden, y si alguien tenía duda, lo terminó de entender cuando soltó la joya: “Al presidente municipal le vamos a pedir que para recoger la basura todo se haga de manera eficiente”, mencionó. Ni metáforas ni sutilezas, lo puso de barrendero y le dejó de tarea que pasen los camiones A TIEMPO. A ver si al menos para eso sirve.

Pero si Reynosa fue zarandeada con guante blanco, lo de Matamoros todavía fue más teatral. Se presentaron la senadora del verde por SLP, Maki Ortiz; el senador, José Ramón Gómez Leal y la diputada federal, Claudia Hernández, creyendo que el viejo ritual de solamente aparecer bastaba para tener acceso completo a donde fuera. Intentaron acceder al área de primer nivel, donde se suelen acomodar a senadores, secretarios de estado y funcionarios federales, y se toparon con lo inevitable: el filtro del poder. La orden fue clara: “Ahí no”, les dijeron y les señalaron otra ruta; y acabaron en un rincón, apenas visibles, como fantasmas de una historia que ya no protagonizan, las llamadas e intentos de acceder no sirvieron de nada.

Lo de Matamoros tal vez fue protocolo o ni siquiera estaban invitados —Ya ven que andar de colada se le da muy bien a doña Maki—. Lo de Reynosa, una sentencia. A los makitos se les está acabando el margen, el fuero y la gracia. El problema no es que se les hayan cerrado las puertas. El problema es que se les están abriendo las cuentas… públicas.

Y mientras la presidenta caminaba entre la gente, los otros —los de siempre— hacían fila no para saludarla, sino para ver si les quedaba, aunque fuera una migaja de lo que alguna vez tuvieron. Pero en política, la ineptitud se paga. Y ayer, el clan maquiavélico pagó con arrinconamiento, con desdén… y con la certeza de que ya no mandan ni en la fila del evento.

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