“Somos gobierno, no Dios”

Sin Filtros; por Brenda Ramos
El 27 de marzo de 2025 no se olvida. Porque no fue solo una tormenta: fue el día en que Reynosa se hundió entre el agua… y entre las omisiones. Las mentiras de que los Peña Ortiz gobernaban bien, se ahogaron. Y con ellas, se fue también la paciencia de un pueblo que lleva años pidiendo lo más básico: que le cumplan.
Mientras familias enteras evacuaban sus casas, mientras los techos se convertían en refugios improvisados, el alcalde Carlos Peña Ortiz simplemente no apareció. La ciudad estaba bajo el agua, y él —según versiones— estaba fuera del país, en Europa, sin dar la cara.
Y como si la ausencia no hubiera sido suficiente, Carlos Peña respondió con soberbia. A través de redes sociales, soltó la frase que lo marcará políticamente:
“Muchos criticando sin hacer nada. Somos gobierno, no Dios.”
Con eso intentó callar las voces que exigían respuestas. Pero la frase no fue humilde, ni fue honesta: fue un reproche. Una defensa torpe ante el abandono. Porque no se espera que sean dioses… se espera que gobiernen.
Al día siguiente,la mesa de coordinación encabezada por el gobernador Américo Villarreal Anaya con autoridades estatales y federales, se reunió en Reynosa, el alcalde seguía ausente envió a su secretario del Ayuntamiento, Antonio de León, quien tartamudeó ante la directora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa, quien lo encaró ¿Y dónde está tu alcalde?
Atendiendo una emergencia… familiar. Pues según de León, su padre estaba enfermo.
¿Y la emergencia del pueblo? ¿Y los niños atrapados? ¿Y las madres con el agua hasta el pecho? ¿Esa no contaba? La emergencia del pueblo, por lo visto, podía esperar.
La Federación activó apoyos, la guardia nacional, estatal, protección civil estatal y la maravillosa gente de Reynosa se hicieron presentes. Pero la autoridad municipal seguía desaparecida, y cuando finalmente reapareció, lo hizo más de 24 horas tarde, se dice llegaron en avión privado, y acompañado por su madre, la senadora Maki Ortiz, y su novia. Subieron a una lancha de rescate —de esas que se usan para salvar vidas— pero ni Maki ni la pareja del alcalde quisieron bajarse. No querían mojarse los zapatos.
Y Reynosa se pregunta: si no pueden, ¿qué hacen ahí? Porque gobernar no es aparecer con una despensa, ni subirse a una lancha vacía para la foto. Gobernar es prevenir, es mantener limpia la ciudad, es invertir en drenajes pluviales, es revisar que la presa Rompepicos funcione. Y nada de eso ocurrió.
¿Qué pasó con los drenajes que Maki Ortiz dijo haber construido en sus dos administraciones?
¿Dónde está la planeación hídrica de la que tanto presumieron?
¿Por qué se sigue culpando a la gente por tirar basura mientras las colonias enteras se inundan por obras que nunca se hicieron?
Y ahora, en vez de aceptar su fracaso, acusan de “politizar” a quienes solo están señalando el abandono.
¿Desde cuándo exigir servicios es hacer política?
¿O acaso no es más político aferrarse a la COMAPA, bloquear reformas, simular censos y operar apoyos cómo campaña?
Los que hoy claman que no es momento de criticar, son los mismos que no estuvieron cuando más se les necesitaba, los que se aferran a la ubre del poder.
Hace años, cuando Francisco García Cabeza de Vaca era presidente municipal de Reynosa, intentó burlarse del dolor ajeno diciendo que “solo eran charcos”. Esa frase lo persiguió durante toda su carrera política, el pueblo lo aborreció. La gente no lo olvidó, ni se lo perdonó. Hoy, Carlos Peña Ortiz repite el mismo guion: minimizar, evadir y desaparecer.
La tragedia apenas comienza. Reynosa sigue con el agua hasta las rodillas. La ciudad necesita de todos, no es momento de que una familia vaya a lucrar con la contingencia y si todo lo que destinen lo tienen que transparentar y sin llorar porque el pueblo les exija cuentas y resultados.
La gente de Reynosa no necesita sermones.
Necesita resultados. Y si no puede darlos, que se haga a un lado, que renuncie.