ColumnasOpinión con sentidoPolítica

Entre la víctima y Cuauhtémoc, Casandra de los Santos eligió al presunto violador

Sin Filtros; por Brenda Ramos


Casandra de los Santos Flores dejó solas a las mujeres. No por error, no por accidente, sino por decisión. Mientras la Cámara de Diputados discutía si debía retirarse el fuero a Cuauhtémoc Blanco, señalado como presunto violador de su media hermana, Casandra, diputada federal por el Partido Verde y presidenta de la Comisión de Grupos Vulnerables, se ausentó.

No asistió. No votó. No fijó postura.
Y con su silencio, eligió proteger al poder, no a la presunta víctima.

No se trataba de una votación menor. La denuncia por violación contra Cuauhtémoc Blanco está presentada formalmente ante la Fiscalía General de la República. El Congreso tenía la responsabilidad de decidir si ese fuero debía retirarse para permitir la investigación correspondiente. Y mientras muchos legisladores dieron la cara, Casandra prefirió esconderse.

No hubo explicación oficial. No se le escuchó decir una sola palabra. Solo su silla vacía. Solo el silencio de quien, con su omisión y complicidad, eligió apoyar al presunto violador antes que respaldar a la víctima.

Eso, viniendo de cualquier diputada, sería indignante. Pero viniendo de la presidenta de la Comisión de Grupos Vulnerables, es imperdonable.

Esa comisión existe para acompañar, alzar la voz y defender a quienes sufren abusos de poder, violencia y marginación. Casandra la convirtió en un adorno institucional. Le quedó grande el cargo, le faltó congruencia y le sobró cálculo.

Porque Casandra no actúa por principios, sino por conveniencia. Y eso ya lo saben en Tamaulipas. Desde hace meses, su verdadero interés está puesto en la presidencia municipal de Río Bravo, donde busca posicionarse como candidata al servicio del grupo político que encabeza Maki Ortiz, y que tiene entre ceja y ceja la gubernatura del estado.

En ese proyecto, lo que menos importa son las causas. Lo que vale es el silencio. La obediencia. No incomodar a los aliados, no poner en riesgo la estructura. Por eso Casandra calló. Porque decir algo hubiera sido romper la línea de complicidad que une a quienes creen que el poder está por encima de la justicia.

Casandra se ha mostrado como una mujer empoderada, progresista, defensora de derechos humanos y de las causas feministas. Pero en la práctica, su discurso es hueco, su activismo es decorativo y su congruencia, inexistente.

Prefiere organizar eventos bonitos, repartir flores, tomarse la foto con moños morados, que hacer lo que verdaderamente importa: actuar cuando se necesita valentía.

Una política así no representa a las mujeres, ni a las víctimas, ni a nadie. Se representa a sí misma y a sus intereses de grupo. Tiene doble cara y doble discurso: habla de vulnerabilidad mientras protege agresores, habla de justicia mientras se acomoda en el silencio, habla de mujeres mientras les da la espalda.

Casandra pudo usar su posición para enviar un mensaje claro contra la impunidad.
Pero eligió proteger al presunto violador.
Pudo honrar la comisión que preside.
Pero la redujo a una simulación.
Pudo votar por la justicia.
Pero votó —con su ausencia— por la hipocresía.

Y cuando venga a pedir el voto en Río Bravo, que nadie olvide lo que hizo…
y lo que no hizo.

Notas relacionadas

Deja una respuesta

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba