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Carlos Peña y su sueño dorado: béisbol con dinero ajeno

Martín Díaz / La Nube

Reynosa es una ciudad con las calles llenas de baches. La gente camina con el miedo de no regresar a casa, con la incertidumbre de si el agua saldrá del grifo o si la próxima lluvia arrancará otro pedazo de asfalto. Pero el alcalde Carlos Peña sueña.

El béisbol es su obsesión. No los drenajes colapsados, no el transporte moribundo, no la seguridad que pende de un hilo. Sueña con un estadio reluciente, con un equipo profesional que devuelva a Reynosa el esplendor que solo existe en su imaginación. Y como todo sueño de poder, se paga con dinero ajeno: 25 millones de pesos han sido invertidos en su proyecto personal, y falta más. Siempre falta más.

“Estamos cumpliendo un sueño”, proclama el alcalde, con el aplomo de quien no necesita justificar nada. No es el sueño de la ciudad, sino el suyo. Un capricho envuelto en discursos de progreso, en promesas recicladas, en la complicidad de los que siempre ganan. Atrás de ese sueño de dinero y de grandeza del Alcalde esta el Grupo Burgos, ese consorcio consentido del Alcalde que juega a ser empresario con dinero público.

Mientras tanto, Reynosa se hunden en baches que se tragan vehículos enteros. Se juegan la vida en un transporte público que avanza con más fe que gasolina. Se encierran tras rejas y candados para no caer en la estadística del horror cotidiano. Sus sueños no tienen cabida en la agenda del gobierno.

Soñamos con calles transitables, con un transporte que no nos trate como ganado, con seguridad que no dependa de la suerte. Soñamos con un gobierno que no nos vea como negocio, con funcionarios que rindan cuentas y no se sirvan de nosotros. Soñamos con un impulso real al deporte, no con un pretexto más para desviar fondos.

Pero los sueños de los ciudadanos son pequeños al lado de las ambiciones de quienes gobiernan. Ellos sueñan con estadios remodelados, con contratos firmados en lo oscuro, con espectáculos que desvíen la mirada de la miseria que administran. Y mientras el alcalde Carlos Peña construye su fantasía con billetes públicos, Reynosa sigue siendo la pesadilla de siempre, con una autoridad que parece dormida, permitiendo que estos excesos sigan ocurriendo sin freno, sin cuestionamientos, sin justicia.

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