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Nueva imagen, mismas costumbres

Fuentes fidedignas. Por: Isaías Álvarez

La política es un escenario donde la imagen importa, pero la presencia en territorio y el trabajo legislativo valen más. Sin embargo, hay quienes creen que pueden llevársela de muertito, compartiendo el clima, frases motivacionales y demás contenido basura. La ausencia prolongada de la senadora plurinominal, Maki Ortiz, y el aparecer ahora con un rostro renovado, es la mejor prueba de ello. Mientras algunos se preguntaban dónde estaba durante el receso legislativo, ella reapareció con una «manita de gato» que, si bien es derecho de cualquiera, en su caso evidencia una prioridad clara: primero su imagen, después el trabajo.

No es la primera vez que la exalcaldesa de Reynosa privilegia sus asuntos personales sobre la responsabilidad pública. Durante un buen tiempo, su presencia en campo fue prácticamente nula. Mientras otros actores políticos aprovecharon el receso legislativo para recorrer sus distritos, atender demandas ciudadanas y fortalecer su estructura, Maki Ortiz se esfumó. Ni una sola gira relevante, ni una acción visible en favor de la gente ni en Tamaulipas ni en San Luis Potosí. ¿El Senado? Una silla vacía más, ocupada por la indiferencia. Y cuando finalmente reaparece, lo hace con un evidente retoque estético, como si el desgaste político pudiera borrarse con bisturí.

Ahora bien, si su ausencia se debió a problemas de salud, sería comprensible. Nadie está exento de enfrentar complicaciones médicas, mucho menos teniendo en cuenta el antecedente clínico de la señora. Pero si la situación es tan grave como para justificar su retiro de la política en los hechos, entonces que lo haga formalmente, que pida licencia. No es justo para el pueblo que representa que una senadora se desaparezca cuando le conviene y solo vuelva cuando es casi obligación, pues se acabó el receso legislativo. La representación legislativa no es un capricho, es una responsabilidad. Y si su prioridad es atender su bienestar personal antes que el de la gente, el camino lógico es dar un paso al costado.

El contraste con otros políticos es evidente y hasta insultante. Sin ir más lejos, José Ramón Gómez Leal, quien ha sido criticado por su bajo perfil y su limitada actividad política, estuvo más presente en territorio que ella. Sí, el mismo José Ramón que muchos consideran un fantasma en la política tamaulipeca, logró hacer más ruido que Maki Ortiz. ¿Cuándo se había visto algo así? Esto solo confirma que su ausencia no fue circunstancial, sino una decisión premeditada de desentenderse de su función.

Pero lo más preocupante no es su cambio de imagen, sino lo que representa: un político que invierte en su apariencia mientras su electorado sigue esperando respuestas. Es la metáfora perfecta de una clase política que prefiere maquillarse antes que ensuciarse los zapatos recorriendo las calles. No se trata de cuestionar si alguien decide mejorar su aspecto, sino de señalar la incongruencia de quien se vende como cercana al pueblo, pero se esconde cuando se trata de hacer el trabajo, mismo que sugirió la Presidenta que se hiciera: volver a territorio.

Los tamaulipecos no votaron por una imagen, votaron por representación, gestión y resultados. Si Maki Ortiz no tiene la disposición de cumplir con ese mandato, que haga lo correcto: ceder su lugar a alguien que sí entienda el compromiso que implica su puesto.

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