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Morena y la batalla por la identidad

Crónicas del Sur; Por Juan José Tomás

La carrera por la candidatura de Morena en Tamaulipas ya arrancó, y con ella, las tensiones dentro del partido se han hecho más evidentes. Francisco Chavira Martínez, uno de los fundadores del movimiento, ha puesto sobre la mesa un debate incómodo pero necesario: ¿quién tiene derecho a portar la bandera de la Cuarta Transformación en el estado?

El reclamo no es menor. Morena, en su ascenso, se convirtió en refugio de políticos que, tras perder espacios en sus partidos de origen, encontraron en la 4T una nueva oportunidad. Hoy, con el poder consolidado y la gubernatura en manos del movimiento, surgen dudas legítimas sobre si los espacios deben ser ocupados por quienes han sido leales al proyecto desde el principio o por aquellos que, sin haber estado en la lucha inicial, ahora se presentan como sus más fervientes defensores.

No es la primera vez que Morena enfrenta este dilema. En otros estados se han visto casos de exmilitantes del PRI, PAN y PRD que han logrado candidaturas sin mayor oposición, desplazando a quienes trabajaron desde la base. En Tamaulipas, este fenómeno se repite y abre la puerta a un conflicto interno donde la militancia histórica siente que su esfuerzo podría ser ignorado en favor de figuras con mayor proyección mediática o política.

Chavira, sin mencionar nombres directamente, advierte sobre el riesgo de que Morena se convierta en un simple vehículo electoral para personajes que antes militaban en partidos adversarios y que, de un momento a otro, se presentan como los más comprometidos con la 4T. La preocupación no es infundada: los movimientos políticos son cíclicos, y la historia ha demostrado que la conveniencia suele pesar más que la convicción.

Mientras Morena define su candidatura en Tamaulipas, se anticipa una lucha interna en la que cada aspirante intentará demostrar su compromiso con la transformación y su “pureza” ideológica. Sin embargo, la política no se trata solo de principios, sino de pragmatismo. En un partido que nació como un movimiento de izquierda pero que hoy agrupa a una diversidad de corrientes, la decisión final dependerá de qué se privilegie más: la lealtad a los principios originales o la posibilidad de ampliar la base electoral con figuras de mayor alcance.

Lo cierto es que, más allá de la guerra de declaraciones, Morena enfrenta un reto mayor: definir no solo a su candidato, sino también el rumbo que tomará como partido en el estado. Si la Cuarta Transformación busca consolidarse a largo plazo, deberá encontrar el equilibrio entre sumar nuevos aliados sin traicionar la esencia de quienes han estado en la lucha desde el inicio.

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