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Carlos «El Chimoltrufio» Peña

Como dice una cosa, dice otra

Sin Filtros; por Brenda Ramos

Carlos Peña Ortiz, el alcalde de Reynosa, se ha ganado el apodo de «El Chimoltrufio» de la política porque, como el personaje, “como dice una cosa, dice otra” y siempre cree tener la razón. En menos de diez días, pasó de alabar a Donald Trump como solución a los problemas de México, a pintarse como defensor de la soberanía nacional apoyando a la presidenta Claudia Sheinbaum. Su discurso cambia con más frecuencia de la que cambia de calcetines, dejando claro que ni México ni Estados Unidos pueden confiar en un político que acomoda su narrativa según le conviene.

El 15 de enero, Peña Ortiz sorprendió cuando declaró con entusiasmo: “Tengo esperanza de que Donald Trump ayude a combatir al crimen organizado y reducir el tráfico de drogas en la frontera”. Sus palabras parecían minimizar los esfuerzos de Claudia Sheinbaum y del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, insinuando que eran incapaces de resolver los problemas del país. Mientras la presidenta defendía la autonomía de México y García Harfuch trabajaba para garantizar la seguridad, Carlos decidió poner su confianza en un líder extranjero, lo que es una clara traición a la patria.

Pero como buen Chimoltrufio, en cuanto sus palabras causaron revuelo, Carlos hizo lo que mejor sabe hacer: recular. En entrevista con Azucena Uresti, negó haber dicho lo que todos escuchamos, acusando a la prensa de tergiversar sus palabras. Nadie lo obligó a alabar a Trump, ni mucho menos a retractarse con tal cobardía y en la misma entrevista, intentó desviar la atención culpando a los estadounidenses: “La mayor parte del tráfico de armas hacia Estados Unidos lo hacen ciudadanos americanos”.

Por otro lado, hoy, en entrevista con Loret de Mola, intentó una nueva postura, declarando: “Celebramos cualquier esfuerzo contra el crimen organizado, pero siempre respetando la soberanía del país”. Además, acusó a los estadounidenses de ser responsables de muchos de los delitos en Tamaulipas y señaló que el tráfico de armas y drogas es causado mayormente por ciudadanos americanos. Este cambio de discurso, de rogarle ayuda a Trump a culpar a los estadounidenses, no solo lo muestra como un político sin palabra, sino también como alguien que acomoda su narrativa según las circunstancias como camaleón, chapulín, comodín y lo demás que usted imagine.

Y si eso fuera poco, en Reynosa volvió a contradecirse. Ese mismo día, criticó la ubicación del albergue migratorio en el Parque Cultural, señalando que “había otras mejores opciones”. Sin embargo, en sus entrevistas nacionales nunca mencionó su descontento. Ahí, el discurso fue de colaboración con la presidenta y brazos abiertos para los deportados, pero en Reynosa su prioridad no era la migración, sino proteger la Feria Municipal, que más que una tradición, parece la mina de oro de su grupo político.

Porque no nos engañemos, el verdadero enojo de Carlos no es por el patrimonio cultural, sino por el impacto que esta decisión tiene en su bolsillo. Los eventos municipales han sido su negocio, y cuando el flujo de dinero se detiene, el problema no es la decisión del gobierno federal, sino que a él le afectaron su “negocito”.

Hoy Reynosa tiene un alcalde que no inspira confianza. Primero aplaude a Trump, después lo culpa. Primero colabora con la presidenta, después alimenta a sus detractores. Su falta de palabra y congruencia lo han convertido en un político que recula según el momento, que vende su lealtad al mejor postor y que solo espera ver hacia dónde sopla el viento para decidir de qué lado estar. Cual Chimoltrufio como dice una cosa dice otra, pues las mentiras y las contradicciones siguen siendo su PAN de cada día.

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