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Almaraz: ¿Con quién estás?

Sin Filtros; por Brenda Ramos

En política, la definición es clave. Miguel Ángel Almaraz Maldonado, alcalde de Río Bravo, parece desconocer esta máxima, pues su actuar reciente ha evidenciado una alarmante falta de principios y definiciones. ¿Está con Maki Ortiz, con Olga Sosa, con Dámaso Anaya, con el PAN o con el PRI? Por decirlo de manera más clara: es un chapulín político.

Primero, es evidente que su ascenso político le debe mucho a Maki Ortiz, la senadora de San Luis Potosí por el Partido Verde, a quien conoció gracias a su muy cercana aliada la diputada federal Casandra de los Santos. Su victoria no habría sido posible sin la mano de Maki, a quien incluso parece rendirle tributo al colocar una pista de hielo en Río Bravo, replicando un sello que ella implementó en Reynosa. Almaraz tiene con Maki una deuda que parece pagar con lealtad pública… pero solo cuando le conviene.

Por otro lado, el alcalde presume un regalo de la senadora de Morena, Olga Sosa, como si quisiera mostrar que también tiene cabida en el movimiento de la Cuarta Transformación. Una estrategia con la que intentar jugar en todas las canchas, a ver cuál le resulta más conveniente.

No conforme con eso, también aparece sonriente junto al rector de la UAT, Dámaso Anaya, como si quisiera asegurar su cercanía con el poder académico y político estatal. Y por si faltara algo más, porta el logo del PRI, recordando sus orígenes y dejando entrever que su relación con ese partido tampoco está del todo rota.

¿Se puede confiar en un político así? La respuesta es sencilla: no. Miguel Almaraz demuestra que no tiene principios ni definiciones claras. Es un político que prefiere mantener un pie en cada lado del tablero, traicionando no solo a quienes lo llevaron al poder, sino también a los ciudadanos de Río Bravo que confiaron en su liderazgo.

Su comportamiento no es sorpresivo si consideramos su cercanía con Casandra de los Santos Flores, una diputada federal conocida por ser traidora y oportunista. Desde hace años hemos advertido sobre la falta de palabra de Casandra, y hoy vemos cómo Almaraz sigue el mismo camino. Ambos representan el peor rostro de la política: aquel que carece de compromiso y se guía únicamente por el interés personal.

Pero si Almaraz cree que puede engañar a figuras como el rector Dámaso Anaya o la senadora Olga Sosa, es importante recordarles algo: le debe todo a Maki Ortiz. Su alma política está empeñada con ella, y esa es una deuda que no podrá saldar cambiando de camiseta cada vez que le convenga.

Al final, Almaraz quiere comer en la mesa de Dios y en la de los demonios al mismo tiempo. Pero en política, como en la vida, la indefinición siempre pasa factura. Los ciudadanos de Río Bravo merecen un alcalde comprometido, no un chapulín que brinca de un lado a otro sin principios ni lealtades.

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