Los malagradecidos no lloran
Sin Filtros; por Brenda Ramos
En la política, como en la vida, la gratitud no es un requisito, pero la deslealtad descarada suele dejar huella. Maki Ortiz y Carlos Peña Ortiz representan el ejemplo perfecto de cómo la ambición puede devorar principios y alianzas, mientras la memoria selectiva juega a favor de sus propios intereses. Es curioso cómo, desde una página falsa en redes sociales, presuntamente operada por Karla Luna, se critica a los diputados locales por una supuesta traición, cuando sus propios aliados han hecho de la ingratitud un arte.
Maki Ortiz, para empezar, debe mucho al PAN. Fue ese partido quien la llevó a donde está: senadora, alcaldesa, figura pública. ¿Cómo lo agradeció? Abandonándolos sin mirar atrás, como quien se despoja de una prenda pasada de moda. Cuando MORENA se convirtió en la nueva promesa, no tardó en subirse al barco. Pero, fiel a su estilo, tampoco duró mucho. Al ver que el doctor Américo Villarreal encabezaría el proyecto en Tamaulipas, su reacción fue impugnarlo. Así, la que decía apoyar la transformación demostró que su única transformación era personal, y no precisamente para bien.
El siguiente capítulo de esta historia es el Partido Verde. Maki llegó con la misma fórmula: buscar el protagonismo, exigir espacios y usar al partido como trampolín. Cuando no logró encabezar la fórmula al Senado junto a Eugenio Hernández, decidió que si no ganaba ella, nadie lo haría. En lugar de operar políticamente para construir, trabajó para destruir. El mensaje quedó claro: su lealtad tiene un precio, y si no se paga, se cobra en revancha.
Y ahora, como si nada de lo anterior hubiera sucedido, Maki y Carlos vuelven a jugar con los Cabeza de Vaca, sus antiguos enemigos. Los mismos que, en el discurso, representaban todo lo que estaba mal en Tamaulipas. Pero en política, las memorias son cortas y las conveniencias largas. Esta alianza incómoda es solo otra prueba de que para ellos no existen líneas éticas, solo oportunidades de poder.
Mientras tanto, desde la página falsa, lanzan acusaciones de ingratitud contra los diputados locales. ¿Es una broma? Podría serlo, si no fuera porque la incoherencia es su único hilo conductor. Critican en otros lo que practican todos los días. Acusan a los legisladores de traicionar a quienes los apoyaron, pero ¿qué son ellos si no el epítome de la traición política?
La verdad es que los malagradecidos no tienen derecho a llorar. Ni Maki ni Carlos están en posición de señalar a nadie. Su historial es un recordatorio de cómo el oportunismo y la deslealtad pervierten la política, dejando claro que, para ellos, las alianzas son descartables y la gratitud, una palabra sin significado.
En política, como en la vida, quien traiciona constantemente no merece que lo escuchen. Mucho menos que le crean.