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La oposición debe construir, no destruir

Sin Filtros; por Brenda Ramos

En el Cabildo de Nuevo Laredo, la oposición no se ha convertido en una voz crítica ni constructiva, sino en un espectáculo patético de bloqueo y servilismo. Félix “Moyo” García, Gamaliel Infante, Alma Rosa Castaño y Delia Cortez, regidores del PAN, actúan como simples patiños del partido, incapaces de justificar su existencia más allá de un “no” vacío y sistemático a todo lo que pueda significar desarrollo para la ciudad. Su papel es tan predecible y tan carente de dignidad que es inevitable preguntarse: ¿quién está detrás de esta triste farsa?

No aseguramos nada, pero si este bloqueo constante tiene un autor intelectual, solo podría ser un resentido o resentida, alguien que no soporta ver que Nuevo Laredo sigue adelante sin su presencia. Una persona profundamente perturbada, atrapada en un despecho corrosivo y con serios problemas emocionales. Alguien que, incapaz de aceptar que su tiempo ya pasó, se aferra a la idea de que su lugar está en el poder, aunque la realidad y la ciudadanía ya le hayan dado la espalda.

Este posible personaje, con un triste perfil, no estaría actuando con estrategia ni con visión, sino con un resentimiento visceral que lo lleva a destruir todo lo que no puede controlar. Su alimento es el caos y, al no poder gobernar Nuevo Laredo, prefiere verlo estancado. Su ego desmedido y su rechazo a aceptar su irrelevancia política le convierten en un cáncer para la ciudad, usando a estos regidores como herramientas de su frustración. Su obsesión no es el bienestar de los neolaredenses, sino su propia venganza contra quienes han logrado lo que él o ella nunca podrá.

Y así, estos regidores, lejos de ser representantes del pueblo, se han reducido a ser peones de un juego mezquino y destructivo. No cuestionan con inteligencia, no proponen con visión, no representan a la ciudadanía. Su única misión parece ser obedecer órdenes, proteger los intereses de quien los manipula y sabotear cualquier avance que pueda hacer quedar bien a la administración actual. Se aferran a defender un pasado oscuro, representado por administraciones como las de Francisco García Cabeza de Vaca y Enrique Rivas Cuéllar, cuya opacidad y abusos dejaron a Tamaulipas en el desastre.

Mientras tanto, el daño que causan a Nuevo Laredo no es menor. Cada vez que bloquean un proyecto, cada vez que se niegan a debatir con argumentos, están robando oportunidades a la gente. Cada calle que no se pavimenta, cada programa social que no llega, cada escuela que no se construye es un recordatorio de su servilismo y de la mano perversa que los guía.

El actuar de estos regidores no solo afecta el presente de Nuevo Laredo, sino que también perpetúa el desencanto hacia la política, fortaleciendo la percepción de que todos los políticos son iguales: egoístas, inútiles y vendidos a intereses mezquinos. Pero lo más grave es que su actuar evidencia su total falta de compromiso con el futuro de la ciudad que juraron representar.

Cuando la historia pase factura, los nombres de estos regidores no serán recordados con respeto, sino como un ejemplo de lo que no debe hacerse en política. Se extinguirán como oposición porque su legado no es de ideas, propuestas o soluciones, sino de destrucción y mediocridad. Y si detrás de ellos está esa persona resentida, que no puede aceptar que Nuevo Laredo ya no la necesita, que quede claro: su tiempo pasó, y lo único que está logrando es acelerar su propio olvido.

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