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Infiltrados en la UAT

Sin Filtros, por Brenda Ramos

En Tamaulipas, la política tiene un aire particular, como un humo que se esparce en todas las direcciones. Esta vez, el espectáculo lo protagonizan los recientes eventos en la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), donde la exoneración de Marco Batarse padre ha sido ventilada con un entusiasmo sospechoso, casi como si alguien desde adentro hubiera querido abrir esa herida una y otra vez. Es una jugada tan meticulosamente armada que solo puede obedecer a una orden con intenciones ocultas, ¿quizás de un infiltrado?

La noticia de la “exoneración” de Batarse, lejos de apaciguar, parece destinada a alborotar. Porque en los pasillos del Senado y en la oficina de Adán Augusto López ya circulan las notas, los comentarios, los rumores, todos aparentemente al servicio de una causa: que Dámaso Anaya, rector de la UAT, está metido hasta el cuello en este juego de favores, limpiando el nombre de su amigo y aliado. Pero aquí hay un doble juego. Quien ha filtrado estas noticias, quien ha encendido este fuego, parece más interesado en desacreditar al rector que en defender la reputación de nadie.

Detrás de estas maniobras está José Ramón Gómez Leal, un senador con el apellido Cabeza de Vaca tatuado en sus ambiciones. Para él, este es un momento ideal para sembrar discordia, dejar caer la insinuación de que Dámaso Anaya protege a Batarse no por justicia, sino por conveniencia. La razón de esta sospechosa estrategia es clara: eliminar al rector y su círculo de influencia en la UAT, abrir espacio para su propio protegido, Jorge Villafranca, y con ello, preparar el terreno para una carrera más ambiciosa, la gubernatura de Tamaulipas. José Ramón no está solo; detrás de él está su cuñado y exgobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, el mismo que en sus días de poder extendió sus redes por todo el estado.

Así, el esquema se revela como un golpe de ingeniería política: un infiltrado en la UAT se ha asegurado de que cada detalle de la exoneración de Batarse esté en boca de todos, no para salvar la reputación del exfuncionario, sino para darle a José Ramón la oportunidad de sembrar en el Senado las dudas sobre el rector. El plan es simple, pero efectivo. José Ramón juega la carta del “escándalo” en un intento de minar la credibilidad de Dámaso, insinuando que su lealtad hacia Batarse es un acto de corrupción en sí mismo.

En esta trama, la alianza de José Ramón con los Cabeza de Vaca se vuelve más que evidente, aunque ellos se esfuercen por disimularlo. Basta recordar cómo Carlos Peña, alcalde de Reynosa y uno de los principales aliados del senador, salió en defensa de los cabecistas en el Congreso local, dejando claro de qué lado está la balanza. Todo indica que José Ramón ve en la noticia de la “exoneración “ de Batarse una oportunidad de oro para reinstaurar a su clan familiar en el poder, utilizando a su infiltrado como una especie de Judas en el templo de la educación tamaulipeca.

Es una historia vieja como el tiempo mismo: cuando alguien quiere el poder, la lealtad se convierte en un juego de espejos y cada favor tiene una intención oculta. Pero en este caso, la ambición de José Ramón va más allá de una silla; es la esperanza de restaurar un legado familiar y asegurar el futuro de su grupo en el estado. La pregunta ahora es: ¿caerán los demás en su trampa o abrirán los ojos ante el evidente infiltrado que, lejos de salvar a la UAT, la está empujando al ojo del huracán?

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