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Maki y Makito: los reyes del oportunismo

Fuentes fidedignas. Por: Isaias Alvarez

En la política, no hay lugar más peligroso que aquel donde la ambición supera la razón. La ceremonia de colocación de la banda presidencial a Claudia Sheinbaum fue, como todo momento histórico, un evento donde los ausentes y los colados dejaron huella, aunque no siempre para bien. Lo que ocurrió ayer es un ejemplo claro de cómo, la política a veces se basa más en aparecer en el lugar adecuado que en la verdadera representación del pueblo. Maki Ortiz y su hijo Carlos Peña Ortiz parecen conocer esta máxima mejor que nadie.

El bloque del Partido Verde no estuvo presente en el Zócalo. Mientras la presidenta Sheinbaum asumía el liderazgo, sus supuestos aliados se reunían cómodamente en un restaurante. Y aquí es donde entra Maki, en la jugada más evidente de oportunismo de la jornada. Ella, sin invitación oficial, decidió colarse al evento presidencial, intentando hacer creer que estaba allí por elección, representando a Tamaulipas y San Luis Potosí. Una mentira que nadie compró, pero que ella intentó vender como si fuera la verdad absoluta, incluso mandó circular con su prensa pagada, pero la mentira se cayó minutos después. Al final, no solo puso en vergüenza a su estado, sino que dejó claro el hambre de protagonismo que caracteriza a ciertos actores políticos.

Pero la historia no termina ahí. Mientras Maki se colaba -como es su costumbre cuando no la invitan- su hijo, Carlos Peña Ortiz, tomaba la defensa de los legisladores panistas. En un tono que muchos interpretaron como una crítica interna a su propio partido -según MORENA-, Peña Ortiz se lanzó contra las acciones «antidemocráticas» de impedir el acceso de diputados con cuentas pendientes a la nueva Legislatura. ¿Acaso era un favor personal? El haber defendido Ismael García Cabeza de Vaca, acusado de delitos federales, y de Gerardo Peña, inhabilitado por la Función Pública, sonó más a una lealtad hacia viejos amigos que a un compromiso real con los valores democráticos.

«Yo luché contra esas mismas prácticas y contra la persecución política del exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca. No podemos hacer lo mismo que tanto condenamos», dijo Peña Ortiz, como si se tratara de una declaración de principios. Sin embargo, sus palabras dejan un sabor amargo. ¿Cómo puede el hijo de Maki Ortiz, la misma que se cuela en un evento al que no fue invitada, hablar de coherencia y principios democráticos cuando gobierna con varias decenas de amparos bajo el brazo para no ser aprehendido? La contradicción es evidente. Makito, al igual que su madre, parece dispuesto a cualquier cosa con tal de figurar, aunque eso implique defender a quienes están del lado opuesto de la ley.

Con su postura, el alcalde de Reynosa buscó que se le interpretara como un acto valiente de autocrítica hacia su partido, sin embargo es todo lo contrario, esto es a todas luces un intento por no cerrar puertas con el PAN, o más bien parece que ya está trabajando de vuelta con ellos; una jugada astuta que -a ojo de buen cubero- busca mantenerse bien con todos, en caso de que las aguas políticas cambien de dirección. Mientras tanto, su madre, en un acto que no necesita explicaciones, se esfuerza por estar donde no es requerida. La familia Peña Ortiz está dispuesta a todo para mantenerse en el radar político, aunque eso signifique nadar entre la contradicción y el oportunismo.

La política de los Peña Ortiz ha sido, durante casi una década, una constante búsqueda de protagonismo. Esta familia lleva ya 8 años en el poder, y lo que muestran no es un compromiso con el beneficio ciudadano, sino un claro afán por perpetuar su influencia. Maki Ortiz y Carlos Peña Ortiz encarnan la figura del político oportunista, aquel que está dispuesto a todo por el poder, aunque eso implique poner en vergüenza a su estado o defender lo indefendible.

El problema no son solo Maki y Makito; el problema es una política sin principios, donde el interés personal siempre está por encima del bienestar colectivo. La presencia en los eventos donde no son requeridos, la defensa de personajes cuestionables y la búsqueda constante del reflector no son más que síntomas de una clase política que necesita urgentemente un cambio. Y mientras la familia Peña Ortiz siga colocando sus intereses por delante de los ciudadanos, Tamaulipas seguirá viendo cómo sus líderes se cuelan en lugares donde no deberían estar, mientras el verdadero liderazgo, el que debería servir a la gente, permanece ausente.

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