Fuentes fidedignas. Por: Isaias Alvarez
Cuando se habla de alianzas en la política tamaulipeca, pocos nombres destacan tanto como el de los Peña Ortiz y su relación con los Cabeza de Vaca. Pese a la fachada de independencia y lealtad a un proyecto político distinto, los hechos han mostrado otra realidad: madre e hijo, Maki y Carlos, posiblemente han mantenido –y siguen manteniendo– una conexión estrecha con el clan cabecista. Una relación que, más que rota, parece cuidadosamente maquillada. Aunque muchos esperaban ver un distanciamiento claro entre ambos grupos, la evidencia apunta a que, en realidad, nunca rompieron del todo los lazos.
En el Cabildo de Reynosa, la hija del exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca ha sido fiel a su línea, votando en bloque, alineada a los intereses de Maki Ortiz y su hijo. Ni un solo nombramiento cuestionado, ni una sola objeción que sugiera una postura crítica hacia los “refritos” funcionarios de los Makitos. Esto no es sorpresa, pues, prácticamente se esperaba. El tema se aviva cuando una misma jueza protegió al propio Ismael García Cabeza de Vaca, permitiéndole tomar protesta sin temor a la aprehensión y trato de blindar a la COMAPA de Reynosa, en un intento por impedir que un diputado local se integrara al consejo de administración; un amparo calificado como ilegal por Humberto Prieto, quien advirtió que el Ayuntamiento, al aplicar una controversia constitucional, desafiaba la ley.
Con cada nuevo movimiento y declaración que hace Carlos Peña Ortiz, parece consolidarse como el defensor de los intereses cabecistas, poniéndose en contra del partido que le dio la victoria en las pasadas elecciones. Su postura no es mero accidente ni acto de independencia; más bien, parece que es una jugada calculada. La ambición de la familia Peña Ortiz –madre e hijo– parece apuntar a un objetivo concreto: reunir suficientes aliados, sin importar el color o las siglas, para pelear por la gubernatura de 2028, el sueño dorado de Maki. Es aquí donde queda claro que para ellos, las alianzas son intercambiables, mientras sirvan a sus intereses. Los rumores de antaño, sobre la complicidad entre los Peña Ortiz y los García Cabeza de Vaca, hoy parecen verdades indiscutibles.
Y que decir de la sociedad entre los Makitos y el Senador José Ramón Gómez Leal, quien maneja a su antojo el organismo operador del agua de la ciudad. Que triste -para el- ha de ser la breve duración de su reinado al frente de la Comapa, pues con las modificaciones que se harán en el consejo de administración, poco podrá hacer.
En política, parece ser que las lealtades se construyen sobre cimientos de conveniencia. No es la primera vez que Maki Ortiz y Carlos Peña muestran inclinaciones pragmáticas. La historia está llena de ejemplos donde han elegido el camino más conveniente, iniciando con supuestos acercamientos con César Verástegui durante la campaña de 2022. Al final, parece ser que sus decisiones no son ideológicas ni guiadas por principios; son meramente estratégicas. Y así, el interés ciudadano queda relegado. Para quienes depositaron su confianza en el joven Peña Ortiz como un símbolo de cambio, el despertar a la realidad resulta, cuando menos, amargo.
Es una jugada arriesgada, y el tiempo dirá si esta estrategia -aliarse con los cabezones y cuñado- será su as bajo la manga o su peor error. Por ahora, los Peña Ortiz, con su lealtad selectiva y su habilidad para nadar en dos aguas, han demostrado que en la política tamaulipeca no hay alianzas inquebrantables, solo intereses que conviene proteger. Y quizás lo más preocupante de esta historia no sea el regreso de la alianza cabecista, sino el recordatorio de que en Tamaulipas, los cambios de partido no siempre significan un cambio real para la gente. Para Maki y Carlos, el fin justifica los medios, pero ¿cuál será el precio que terminarán pagando?
Mientras tanto, los ciudadanos de a pie ven cómo se repiten los mismos juegos de poder, y la esperanza de una ciudad mejor, se esfuma por un par de años más.