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El juego doble de José Ramón



Infiltración cabecista en Morena

Sin Filtros; por Brenda Ramos


Que nadie se engañe: Francisco García Cabeza de Vaca no se ha ido. En las sombras, sigue moviendo hilos, preparando su regreso. Los senadores del PAN lo defienden públicamente, pero su verdadero aliado está dentro de Morena: José Ramón Gómez Leal, su cuñado, un cabecista disfrazado de morenista. ¿Qué busca? Abrirle la puerta desde dentro, maniobrando con una lealtad que nunca ha cambiado.

Gómez Leal abandonó al PAN, pero su lealtad sigue firmemente atada al grupo de su cuñado, Cabeza de Vaca. Mientras se presenta como un ferviente defensor de la Cuarta Transformación, mueve sus piezas para colocar a aliados estratégicos en el gobierno morenista, como Jorge Villafranca Martínez, un nombre que puede sonar nuevo para algunos, pero que en Soto La Marina es conocido como el hijo de un cabecista de pura cepa. 

Su objetivo es claro: apoderarse de la Delegación de Bienestar, el mismo cargo que José Ramón ocupó en el pasado. Desde ahí, controlar el padrón de beneficiarios, comprar lealtades y asegurar las bases electorales para que el cabecismo vuelva a gobernar Tamaulipas, con Cabeza de Vaca moviendo los hilos detrás de escena. Pero esta estrategia no termina ahí: José Ramón sabe que necesita aliados locales, como Jorge Villafranca Martínez, cuyo padre, Jorge Villafranca Jasso, fue un cacique local apoyado hasta el cansancio por el grupo cabecista.

Villafranca Jasso, reelecto tres veces en la Asociación Ganadera de Soto La Marina gracias al respaldo del grupo de Cabeza de Vaca, no se preocupó por la comunidad, sino por sus propios intereses, beneficiando únicamente a susranchos mientras los demás sufrían. Ahora, el hijo parece seguir ese mismo camino, dispuesto a ser una pieza más en el regreso de Cabeza de Vaca al poder, pero infiltrado bajo las siglas de MORENA.

Y mientras tanto, Cabeza de Vaca sigue maniobrando. Bajo su gobierno, Tamaulipas se convirtió en un símbolo de corrupción y abuso de poder. Las denuncias de desvío de recursos públicos, enriquecimiento ilícito y vínculos con el crimen organizado no son rumores lejanos; son parte del historial que ha perseguido a Cabeza de Vaca y a su grupo. Su administración estuvo marcada por acusaciones de saqueo al erario público, contratos amañados y un clima de represión hacia los opositores. ¿Qué hace pensar a los ciudadanos de Tamaulipas que un gobierno de su cuñadosería diferente?

José Ramón está jugando un juego peligroso: asegurar la entrada del cabecismo a través de la puerta trasera de Morena. Su ascenso político podría ser la herramienta perfecta para restaurar el poder de Cabeza de Vaca en Tamaulipas. Esta «marca Cabeza de Vaca» no se ha disipado; sigue allí, esperando su momento para reaparecer con fuerza. Controlar la Delegación de Bienestar es una jugada maestra: desde ahí puede manejar los programas sociales, comprar lealtades y consolidar una base electoral que favorezca a su grupo.

Morena se encuentra en una encrucijada: decidir si se mantendrá fiel a sus promesas o si permitirá que antiguos vicios se disfracen con nuevas vestiduras. Porque la batalla no es solo contra el cabecismo, sino contra quienes pretenden infiltrarse y socavar desde adentro, en nombre de un poder que nunca se fue.

El reloj corre y la historia no perdona. ¿Permitirá Morena que el pasado regrese para eclipsar su futuro? Porque detrás de cada movimiento, cada declaración y cada paso estratégico, se siente la presencia de un hombre que no quiere perder su dominio. El regreso de Cabeza de Vaca se cocina a fuego lento en las entrañas del poder. Morena debe decidir si será cómplice o contendiente en esta jugada maestra de infiltración y control.

El reloj corre y la historia no perdona. ¿Permitirá Morena que el pasado regrese para eclipsar su futuro?

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