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En Altamira el PAN está Sepultado

Sin Filtros; por Brenda Ramos

La situación política en Altamira, Tamaulipas, ofrece una visión sombría del estado actual del Partido Acción Nacional (PAN). Con la candidatura de Miguel Gómez Orta a la alcaldía, la cual logró inicialmente por promesas irrealizables y el respaldo del grupo cabecista, el panorama para el PAN en esta localidad parece irremediablemente comprometido. Las semanas transcurridas han dejado al descubierto que Gómez Orta, lejos de consolidarse, ha sido incapaz de desembarazarse de las persistentes acusaciones de corrupción que han marcado su carrera política y por más que lo ha intentado, simplemente no levanta, no cuaja, no apasiona y no impresiona.

La apatía mostrada por la comunidad durante la visita de la candidata a senadora Imelda SanMiguel es un claro indicativo de la situación crítica que enfrenta el PAN en Altamira liderado por Gómez Orta. Los esfuerzos de Miguel por movilizar a los ciudadanos han resultado infructuosos, evidenciando una falta de apoyo y entusiasmo que no puede ser ocultada. Esta desoladora realidad es aún más patente cuando se compara con la capacidad de convocatoria de otros partidos políticos en la región, incluso el agonizante PRD le juntó más gente a Imelda, que el candidato Gómez Orta.

Por lo que, al probar el sabor del fracaso, el equipo de Miguel ha optado por una estrategia de difusión de información falsa y ataques en redes sociales dirigidos contra sus adversarios políticos, particularmente contra el candidato de MORENA, que goza de una notable ventaja. Este enfoque desesperado no hace sino confirmar el estado de descomposición en el que se encuentra el PAN en Altamira, incapaz de presentar una propuesta política coherente y atractiva para los electores a los que ya no se les engaña.

La confesión de Mako Cortés, dirigente nacional del PAN, en febrero de 2023, sobre el estado ruinoso del partido, parece resonar con especial intensidad en Altamira, donde la estructura partidista no solo está en ruinas, sino que parece estar completamente sepultada. A excepción de Tampico, donde el PAN aún conserva su vigor, gracias a que ha evitado el influjo pernicioso del grupo cabecista, en Altamira el partido enfrenta un panorama desalentador.

El fracaso de Miguel Gómez Orta para reunir a la gente y generar entusiasmo en torno a su candidatura y a la de otros candidatos panistas es un reflejo de la crisis más amplia que enfrenta el partido. El PAN en Altamira no solo ha perdido su relevancia política; ha perdido su alma, incapaz de conectar con las necesidades y esperanzas de los ciudadanos.

Este declive no es un evento aislado, sino el resultado de años de desviaciones ideológicas, corrupción y una desconexión fundamental con las bases que alguna vez lo respaldaron mientras gobernaba Francisco García Cabeza de Vaca. La incapacidad del PAN para reformarse y redefinir su misión en el contexto político contemporáneo ha llevado a una pérdida de confianza entre los electores, que ahora ven al partido más como un relicto del pasado que como una opción viable para el futuro.

El PAN en Altamira, y posiblemente en otras partes de México, necesita una transformación radical si desea recuperar alguna semblanza de influencia y respetabilidad. Sin embargo, con líderes como Miguel Gómez Orta emanados del cabecismo, que simbolizan los errores y fracasos del pasado, el camino hacia la renovación está bloqueado por obstáculos aparentemente insuperables.

El PAN en Altamira está más que en crisis; está sepultado bajo el peso de sus propios errores y la incapacidad de adaptarse a un entorno político en constante cambio. Miguel Gómez Orta morderá el polvo, pues en Altamira, el PAN está sepultado.

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