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Esperar seis horas y con 90 años por la vacuna: el caso de Don Zenón

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Le dijeron que iba a esperar “un poquito”, pero no que serían ¡seis horas! Eso le ocurrió a don Zenón Bautista, de 90 años, habitante de la alcaldía La Magdalena Contreras, quien ayer acudió a la escuela primaria “Rubén Darío” para que le aplicaran la primera dosis de la vacuna de AstraZeneca contra el covid-19.

Él fue uno de los 30 mil 332 adultos mayores de 60 años de esa alcaldía, así como de Cuajimalpa y de Milpa Alta que recibieron el biológico en el primer día del programa nacional de vacunación en la Ciudad de México, según el último corte del día que ofreció el gobierno capitalino a las 21:30 horas. 

A paso lento, ayudado por un bastón en una mano y en la otra, el brazo de uno de sus familiares, este nonagenario salió del aislamiento en el que ha estado casi un año dentro de la casa de su sobrino para protegerse del virus y se expuso a los tumbos de una brigada de vacunación sin vacunas ni agujas, desorganizada, retrasada, con tardía prioridad para los de mayor edad y con discapacidad, así como a personal poco capacitado para atender sus necesidades.

Por razones que sus familiares no se explican, a don Zenón le tocó un centro de vacunación diferente al de su sobrino y su esposa, aunque viven en la misma casa. Ellos acudieron a la escuela “Nabor Carrillo”, tal como lo marcó la página de internet que habilitó el gobierno capitalino, donde tardaron menos de una hora en todo el proceso, desde la llegada hasta la salida después de los 30 minutos de recuperación, sin novedades.

De hecho, a su sobrino le tocaba la vacuna el martes 16, pero cuando fue su esposa, a quien sí le correspondía el día, los organizadores del centro de vacunación le dijeron que como ya no había gente, él podía adelantar su inmunización. Y así fue.

Mientras, don Zenón seguía en espera. A su llegada, alrededor de las 11:00 horas, ya bien desayunado y con el medicamento que toma habitualmente, personal del centro de vacunación le dio “la atención” de no formarse en la fila y esperar sentado, bajo la sombra, en una de las decenas de sillas infantiles que los organizadores sacaron de los salones, pues para entonces, tampoco había asientos previstos y adecuados para ellos.

Su familiar lo tuvo que dejar ahí e irse a formar para recibir la ficha número 298 que le apuntaron en el dorso de la mano con un plumón de aceite, pues para entonces ya no había fichas impresas.

Él se quedó “encargado con una señorita de chaleco verde” que iba y venía tratando de organizar el desorden. Y cada 30 minutos a su familiar le daban permiso para entrar a ver cómo estaba, saber si necesitaba algo y a decirle: “hay que seguir esperando”.   

Quizá sus nueve décadas de vida le ayudaron para no tener que estar en pleno rayo de sol como sí lo estuvieron decenas de adultos “más jóvenes” que él. Los más precavidos llevaron sus propios bancos para sentarse a esperar. Los menos portaron sombrillas, gorras, sombreros y hasta un periódico o unas hojas para defenderse del astro del medio día.

Uno que otro sucumbió a la oferta que vecinas de la zona idearon en el momento: la venta de tortas preparadas, pan y botellas de agua por si había alguien que no desayunó.

A las 16:00 horas, cuando ya don Zenón estaba desesperado y hambriento tras cinco horas de larga y monótona espera, la doctora de la “Brigada Correcaminos” preguntó en voz alta: “¿Quién tiene 80 años o más?” Pocas fueron las manos levantadas y hasta esos sus lugares fueron varios integrantes del centro que pidieron a los abuelitos seguirlos hasta el inicio de la fila.

Entonces, anunciaron: “Los vamos a intercalar, uno de la fila, con uno mayor de 80 años, porque ustedes ya esperaron mucho”. Una que otra persona de la fila protestó, pero los organizadores les pidieron comprensión y apoyo.

Sólo así, don Zenón pudo recibir su vacuna en el brazo izquierdo y dejar atrás el miedo que tenía: “¿Y si me vacunan y me muero?”

 El retraso

Según personal de la “Brigada Correcaminos”, el retraso en la atención en ese punto de vacunación de la primaria “Rubén Darío” se originó con la llegada de las vacunas después de las 11:00 horas, cuando el inicio de vacunación debía ser a las 9:00horas.

Pero no fue lo peor, pues tras el arribo del biológico, los encargados se dieron cuenta que no había agujas para aplicarlo.

Además, faltaba personal de los llamados “Siervos de la Ciudad de México” para organizar la fila, registrar a los asistentes y darles número de ficha, así como ayudar a los que van a paso lento o en silla de ruedas.

Una mujer de 76 años que iba con tanque de oxígeno y silla de ruedas, tuvo que esperar más de dos horas para ser vacunada y eso, por la insistencia de su yerno y el peligro de que se le acabara el oxígeno provisional que llevaba y que usa desde hace tiempo para respirar.

A las 15:30 horas, en videoconferencia que también tuvo un retraso de más de dos horas, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, reconoció que en el arranque de la vacunación en la CDMX hubo “problemas de logística”.

Y mencionó algunos ejemplos: personal de salud tuvo complicaciones para llegar a los centros de vacunación, sillas insuficientes para las personas formadas y falta de información a los asistentes para que conocieran la dinámica de la vacunación.

 “Ofrecemos disculpas por cualquier problemática y cualquier tiempo que hayan tenido que esperar. Estamos haciendo el máximo para que las cosas estén mejor todavía”, dijo Sheinbaum.

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