Santa Cruz Por Oscar Díaz Salazar
Santa Cruz
Por Oscar Díaz Salazar
Inició con un saludo respetuoso y solidario a los deudos de los difuntos, y familiares y amigos de las víctimas del derrumbe del techo de la iglesia «Santa Cruz» de Ciudad Madero, Tamaulipas, ocurrido el pasado día primero de octubre.
Olvidemos por un momento que la tragedia ocurrió en un recinto dedicado a la celebración de ceremonias religiosas, y dejemos que fluyan todas las preguntas, certezas, afirmaciones, condenas, acusaciones y comentarios, que hubiéramos escuchado o leído si el accidente se hubiera presentado en una escuela, un comercio, un salón de baile o un casino de juegos.
¿El edificio tiene licencia de funcionamiento?, ¿Quién es el encargado del negocio o establecimiento?, ¿Está al día en el pago del impuesto predial?, ¿Tenía extinguidores de fuego y salidas de emergencia?, ¿Tenía establecida la ruta de emergencia?, ¿Los responsables del negocio estaban capacitados para el manejo de emergencias?, ¿El negocio estaba en un sitio apropiado y contaba con el permiso de uso de suelo indicado?, ¿Quién construyó el edificio?, ¿Quién lo autorizó?, ¿Existe la memoria del cálculo estructural y quien la validó?, ¿Tienen permiso de la Secretaria de Gobernación para funcionar como recinto religioso (iglesia)?, ¿Tienen establecida la capacidad máxima de usuarios? ¿Se respetó el aforo máximo permitido?, ¿Qué constructora estuvo a cargo?, ¿Quién es el responsable de la obra?
El silencio que se genera en torno a esta lamentable tragedia, tiene mucho que ver con el sitio donde ocurrió, en una iglesia, y para más precisión: en una iglesia católica, de ahí que nos enfrentemos al mismo dilema de Don Quijote, cuando le expresaba a su fiel escudero: «Con la iglesia hemos topado, Sancho.»
De no estar enmedio la institución milenaria que por siglos ha normado la conciencia de nuestros compatriotas, estaríamos discutiendo con mucha amplitud el asunto y buscando responsables, como ocurrió con la Guardería ABC, con el Casino de Monterrey, con la línea 12 del metro, con el colegio Rebsamen de CDMX o con la explosión en el Complejo Procesador de Gas de Reynosa, silenciada por interés de PEMEX y del clan de las vacas locas.
No es mi intención alentar él linchamientos mediático de algún actor político ni regodearme con la desgracia, lo que pretendo es estimular el debate para que se puedan prevenir accidentes similares y para que no salgan impunes quienes fueron omisos en el cumplimiento de sus responsabilidades.