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Los cuentos de los diputados panistas tamaulipecos.

Sentido Común
Mauricio Fernández Diaz

También la bancada del PAN en el Congreso Local es mitómana

Ciudad Victoria.- Una impugnación para anular al grupo de diputadas sin partido contiene la firma de la panista Nora Gómez González, que ella declara falsa, pero sus compañeros califican de auténtica. Sea como sea, alguien miente y el desafío de descubrir la verdad recaerá en un grafólogo. Ella, por su parte, ya denunció la falsificación de su rúbrica ante la fiscalía estatal, pero hay antecedentes que delatan el carácter mentiroso de los panistas y aquí los vamos a recordar.

Muy acertado andaba el gobernador Américo Villarreal cuando llamó mitomanía a las aseveraciones que Cabeza de Vaca ha dicho para atacar al gobierno morenista y autoelogiar el suyo. El mitómano es un mentiroso compulsivo, es decir, incansable. Quien lo padece “tiene deficiencias de autoimagen y autoestima”, según un artículo de la UNAM. Justo como el reynosense.

Ya que Francisco García Cabeza de Vaca siempre quiere ser el centro de atención, nadie ha reparado mucho en otras figuras que también influyen políticamente, como Félix “Moyo” García y Luis “Cachorro” Cantú, jefes de la diputación panista en el Congreso del Estado. Eso no significa que se comporten mejor que el exmandatario o que estén exentos de controversias. Al contrario.

La mitomanía no es un mal exclusivo de Cabeza de Vaca: también lo manifiestan el Moyo y el Cachorro, según se desprende de su papel en el Congreso Local. Juzguen si no los siguientes pasajes.

El 9 de noviembre del año pasado, el gobernador Américo Villarreal envió una iniciativa para reformar la Ley de Aguas de Tamaulipas, aunque sería más correcto llamarlo corregir; se derogaba el requisito absurdo de aprobar con las dos terceras partes del Congreso del Estado al gerente de la Comapa Tampico.

Todo se originó por una de esas reformas cabecistas para imponer a sus títeres. Cuando finalizaba la 64 Legislatura, panistas y priistas cambiaron la Ley de Aguas y aprobaron como gerente de Comapa Tampico a Alejandro Guerra Turrubiates, primo de Cabeza de Vaca, sin importar que violaba el reglamento operativo del organismo.

En la sesión del 9 de noviembre, ahora con mayoría de Morena, se derogaría esa legislación y el nombramiento de Guerra Turrubiates.

El 15 de noviembre se citó a sesión para eliminar la Ley de Aguas de Tamaulipas de todos sus lastres panistas. Pero nadie estaba preparado para lo que entonces ocurriría.

Ese día temprano, una llamada anónima alertó de la presencia de un explosivo en la Asamblea Estatal. Apoderados de la Junta de Coordinación, los panistas pidieron suspender la sesión. Al mismo tiempo, la bancada de Morena solicitó ayuda de las fuerzas de seguridad para revisar el edificio.

Después de tres horas, las autoridades declararon al Congreso fuera de peligro, pues no se halló ninguna bomba en su interior. La sesión debía reanudarse.

Eso iba a suceder cuando otra llamada avisó de un artefacto explosivo en la Torre Bicentenario, sede de varias secretarías estatales. Ahí la alerta fue más alta y se ordenó la evacuación de 800 personas, incluido el Congreso del Estado, ya que son edificios contiguos.

Lo que tanto deseaban los panistas se cumplía: la sesión se suspendía permanentemente por ese día. Por cierto, tampoco se encontró ninguna bomba en la Torre Bicentenario.

Se convocó a sesión el 23 de noviembre para terminar con el asunto de la Ley de Aguas y, fundamentalmente, para sacar de la gerencia general al primo de Cabeza de Vaca. Todo marchaba normalmente cuando de pronto, en medio de los preparativos, la priista Alejandra Cárdenas gritó angustiada: ¡Un cardiólogo! Esta vez no era una amenaza de bomba sino amenaza de infarto: detrás del escenario principal, Luis el “Cachorro” Cantú se desplomaba, perdiendo el sentido. Otra vez se interrumpía la sesión.

Todavía se preguntaban algunos cómo sabía Alejandra Cárdenas, con solo ver la palidez del Cachorro, que urgía un cardiólogo. Hasta tres causas del desmayo circularon ese día: un preinfarto, un incremento de la presión arterial y un dolor vesicular. En una semana, Luis Cantú volvió al Congreso sin ninguna señal de dolencia grave. De hecho, nunca más se ha vuelto a desvanecer.

Del 15 al 23 de noviembre, se sucedieron dos amenazas de bomba y un ataque al corazón en torno al Congreso Estatal, todos falsos.

Pero el dedo del destino ya apuntaba a deshacer la Ley de Aguas cabecista y el 12 de diciembre, finalmente, se suprimieron los requisitos cuestionables y al pésimo gerente general, Alejandro Guerra Turrubiates.

Lo mismo va a pasar ahora con el asunto de la firma falsa de Nora Gómez González, que el grupo capitaneado por el Moyo García y el Cachorro Cantú, protagonistas de las bombas y el infarto falsos, están usando para afectar al grupo de diputadas sin partido.

“Lo que sucedió en días pasados es algo que es de llamar la atención”, dijo Nora Gómez, “porque no es algo menor. Resulta que alguien falsificó mi firma, y por eso estamos presentando esta demanda en contra de quien resulte responsable”.

Luis Cantú y Félix García Aguiar comparten algo más que la militancia panista con García Cabeza de Vaca. Los tres son grandes cuentistas.

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